Hay
personas que saben detectar tendencias de futuro que la mayoría no verá hasta
que estas se hagan realidad. En muchas ocasiones, estos genios son inadaptados
de su tiempo y suelen ser percibidos como charlatanes.
En
la antigüedad, a partir del siglo VI a. C., el paradigma científico estaba
protagonizado por “la teoría geocéntrica”. Es decir, por la creencia de que “el
Sol y el resto de planetas giraban alrededor de la Tierra”. Y, en consecuencia, la Tierra era el centro del Universo. Nadie cuestionaba ni ponía
en duda esta forma de pensar. Tanto es así, que todas las hipótesis acerca del
Universo se desarrollaban a partir de estos supuestos. Con el tiempo, los más
eminentes pensadores y científicos –liderados por los filósofos Platón y
Aristóteles– llegaron al
convencimiento de que se trataba de una verdad inmutable.
Años
más tarde, Aristarco de Samos se atrevió a cuestionar el statu quo científico
de la época, formulando “la teoría heliocéntrica”. Este sabio afirmaba que “el Sol era el centro del Universo” y que “la Tierra y el resto de
planetas giraban a su alrededor”. Por aquel entonces, la mayoría de sus
colegas se burlaron y se opusieron a su hipótesis, que fue severamente
criticada y condenada. No en vano, dar crédito a esta nueva teoría suponía asumir que ellos estaban
equivocados.
Con
el paso de los siglos, comenzaron a aparecer nuevos pensadores, con nuevas maneras de mirar e interpretar el Universo. Entre
ellos, destacó Nicolás Copérnico, quien retomó el relevo de Aristarco de Samos, asegurando que “la
Tierra giraba sobre sí misma una vez al día, y que una vez al año daba una
vuelta completa alrededor del Sol”. Dado que Copérnico contaba con
elaborados cálculos matemáticos que sustentaban su hipótesis, en esta ocasión
la teoría heliocéntrica fue acogida con menos escepticismo.
Cien
años más tarde y gracias a los avances tecnológicos, las hipótesis de Copérnico
fueron demostradas por Galileo Galilei. Con la ayuda
del telescopio –instrumento que él mismo inventó– se desmontó la falsedad
inherente a la teoría geocéntrica, consagrando así la veracidad de la teoría
heliocéntrica, descrita casi dieciocho siglos atrás por Aristarco de Samos. Así fue como se produjo uno de
los más importantes cambios de paradigma que ha experimentado la humanidad.
PERFIL DE LOS VISIONARIOS
“Un
hombre con una idea nueva es un loco hasta que la idea triunfa.”
(Mark Twain)
Evidentemente
no todos los locos son visionarios. A algunos les falta un tornillo de verdad. Sea como fuere, este colectivo de genios está compuesto por
personajes tan ilustres como Leonardo da Vinci, Nostradamus, Louis Pasteur,
Julio Verne, Thomas Alva Edison, Nicolás Tesla, Aldous Huxley, George Orwell,
Arthur C. Clarke, Ray Bradbury y Steve Jobs, entre otros. Todos ellos tienen siete
características en común:
1.Desafían
el statu quo. Al investigar la historia que hay detrás de cada visionario, descubrimos que todos ellos padecen en algún momento una profunda
crisis, que les lleva a romper con la ancha avenida por la que transita el
resto de sus coetáneos, explorando sendas nuevas y alternativas. Para lograrlo,
empiezan a cuestionar el núcleo de su identidad, cuestionando a su vez el
sistema de creencias con el que fueron condicionados por su entorno social y
familiar. Así es como se convierten en una amenaza para el orden social
establecido.
2.Inadaptados
y excéntricos. No encajan con el patrón que impera en la sociedad. De ahí que tiendan a rechazar el modo de vida que les propone su
tiempo. Y al hacerlo, atraviesan una etapa en la que se sienten excluidos y
marginados. La soledad y la incomprensión son el precio que pagan al principio
por atreverse a escuchar a su intuición y seguir su propio camino. En
ocasiones, para reafirmarse ante los demás, suelen adoptar actitudes bizarras y
conductas excéntricas, provocando
que se los tache de “raros” y “locos”.
3.Rebeldes
e inconformistas. Al ganar en confianza y seguridad
en sí mismos, se sienten con más fuerza y determinación para rebelarse frente a
las autoridades y los sinsentidos de su época. A todos ellos les causa cierto
deleite transgredir las normas, quebrantar las reglas y romper los límites. No
se resignan a vivir como se vive hoy; sino que viven como se vivirá mañana.
4.Libres
de pensamiento. Son personas que han construido un
pensamiento propio e independiente, forjado por medio de experiencias
transformadoras. Tienen una mente abierta, libre de moral y de prejuicios.
Suelen llevar un estilo de vida muy poco convencional, el cual suele causar mucha
controversia en su entorno.
5.Idealistas
y soñadores. Son personas adelantadas a su tiempo.
Tanto es así, que lo que un visionario piensa hoy es lo que pensará la
humanidad dentro de 50 años. Sin embargo, su exacerbado progresismo les lleva a
ser personas orientadas hacia el futuro, con tendencia a abrazar quimeras y
utopías.
6.Creativos
e inventivos. La creatividad es su seña de identidad.
Son inventores natos, cada uno en su campo. Muchas de sus ideas acaban dando
lugar a innovaciones que significan un punto de disrupción con las propuestas
actuales, que de pronto quedan viejas y obsoletas.
7.Revolucionarios
orientados al bien común. Tremendamente humanistas, los
visionarios terminan por convertirse en grandes reformadores, cuya visión
inspira un cambio de paradigma en la sociedad. En el momento en que la mayoría verifica la veracidad y
validez de sus visiones, empiezan destruirse y transformarse las estructuras
establecidas, generando una nueva realidad.
LEY DE DIFUSIÓN DE INNOVACIONES
“No
hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo.” (Víctor
Hugo)
Todos
los adelantos evolutivos señalados por este colectivo de locos-visionarios
están sujetos a la denominada “ley de difusión de innovaciones”, popularizada en 1962 por Everett Rogers. Este sociólogo dedicó su vida a investigar el
proceso por el cual los individuos que forman parte un colectivo comparten y
asimilan nuevas ideas y tecnologías que permiten el progreso de la humanidad.
Según esta teoría, la
población de cualquier país se divide en cinco segmentos, en función de su
predisposición para adaptarse a los constantes cambios y avances
relacionados con nuevos conocimientos y formas de hacer las cosas.
En
un plano más profesional y empresarial, Rogers
estima que el 2,5% de la
sociedad está compuesto por los “innovadores”. Es decir, aquellos emprendedores
de diferentes ámbitos que se atreven a cuestionar el statu quo, ofreciendo
nuevos y mejores productos y servicios a los consumidores. En base a la
nueva oferta creada por estos pioneros, enseguida es utilizada por los “primeros seguidores”,
que representan al 13,5% de la población. Este grupo se caracteriza por
apreciar fácilmente las ventajas inherentes a este tipo de innovaciones.
En la medida que el nuevo producto,
servicio o conocimiento genera una sustancial mejora en la calidad de vida de
sus usuarios, poco a poco
va comunicándose por medio del boca oreja. Según Rogers, con el tiempo empieza a ser utilizado por la
denominada “mayoría precoz”, formada por el 34% de la población. Es decir,
aquellos que al conocer directa o indirectamente a uno de los primeros
seguidores han podido verificar que se trata de algo útil y beneficioso,
decidiendo incorporar esta novedad en sus vidas.
Es entonces cuando dicha innovación se
pone de moda, generando que empiece a ser empleada por la “mayoría tardía”, constituida por otro 34%.
En este caso, utilizan dicho avance cuando ya no se considera una “innovación”
ni tampoco se percibe como una “novedad”. Por último, se encuentran los “rezagados”,
un grupo compuesto por el 16% restante, quienes empiezan a emplear las
nuevas ideas, herramientas o tecnologías cuando el resto del mundo lo hace y no les queda
más remedio.
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