Uno de tus días más radiantes es aquel
en el cual tomas esta sabia decisión: ¡Acepto lo que no puedo cambiar!
Es un
día dorado, un día de
gracia que solo te reporta grandes ganancias y una paz serena.
Luchar por lo que no puedes cambiar es una batalla estéril que te vuelve infeliz y te enferma.
Cuando lo aceptas, todo se ilumina y estás en paz y armonía, no te desgastas y fluyes
como el agua del arroyo.
Aceptar
no es tolerar abusos, es
asumir la realidad con calma, sin renegar, sin una rabia que te quema
por dentro.
Ahora bien, la aceptación no es
pasividad, es
aquietarse y mirar qué puedes hacer para estar mejor.
Aceptar
la realidad en paz y armonía es
lo que hacen millones de lisiados que son felices y no pelean con los
hechos.
Siente a Dios, cálmate y cultiva una
aceptación amorosa,
activa y serena.
Ojo, está en juego tu felicidad.
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