A veces, en medio de la rutina
y los desafíos diarios, podemos sentir que necesitamos un milagro para salir
adelante. Pero, ¿qué tal si pedimos algo más sencillo y poderoso? La fuerza
para enfrentar cada día. Esa energía que nos impulsa a levantarnos, a
sonreír a pesar de las dificultades y a ser luz para los demás. En las pequeñas cosas, como un
gesto amable o una palabra de aliento, encontramos lo divino. Así que,
en lugar de esperar lo extraordinario, busquemos lo cotidiano con fe y gratitud. ¡Esa es la
verdadera magia de la vida!
REFLEXION
"No pido milagros y
visiones, Señor, pido la fuerza para la vida diaria.
Enséñame el arte de los pequeños
pasos.
Hazme hábil y creativo para notar a tiempo, en la
multiplicidad y variedad de lo cotidiano, los conocimientos y experiencias que
me atañen personalmente.
Ayúdame a distribuir
correctamente mi tiempo: dame la capacidad de distinguir lo esencial de lo secundario.
Te pido fuerza, auto control y equilibrio para no
dejarme llevar por la vida y organizar sabiamente el curso del día.
Ayúdame a hacer cada cosa de mi
presente lo mejor posible, y a reconocer que esta hora es la más importante.
Guardame de la ingenua creencia de que en la vida
todo debe salir bien.
Otórgame la lucidez de
reconocer que las dificultades, las derrotas y los fracasos son oportunidades
en la vida para crecer y madurar.
Envíame en el momento justo a
alguien que tenga el valor de decirme la verdad con amor.
Haz de mí un ser humano que se sienta unido a los
que sufren.
Permíteme entregarles en el momento preciso un
instante de bondad, con o sin palabras.
No me des lo que yo pido, sino lo
que necesito.
En tus manos me entrego.
Enséñame el arte de los pequeños
pasos.
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