Los
enfrentamientos con los hijos se manejan negociando y evitando llegar a
extremos.
Los
adolescentes no son niños y tampoco adultos, es un período en el cual el joven
busca su identidad, lo cual hace comprensible que muchas veces no
encuentre su lugar en el entorno familiar.
Los adolescentes no son niños y tampoco adultos, es un
período en el cual el
joven busca su identidad, lo cual hace comprensible que muchas veces no
encuentre su lugar en el entorno familiar.
La
conducta rebelde y desafiante de los jóvenes es una manera de poner a prueba
los límites impuestos a lo largo del proceso de formación. Aunque esto
resulta muy difícil para los padres, oponerse a los esquemas les permite a los
jóvenes ir en busca de su
propia identidad, basada en la adquisición de independencia y autonomía.
También, en muchos casos, los adolescentes deciden actuar en contra de las normas,
por la presión de otros que los llevan a pasar por alto la autoridad de los
padres como una forma de
ganar aceptación entre sus pares.
Este
es uno de los aspectos que más afecta a los padres y muchas de estas actitudes
son causa de preocupación y angustia, además porque la transgresión a
los límites, con frecuencia termina expresándose a través de sentencias
provocadoras, frases hirientes, reacciones fuertes, agresivas y rupturas en la
comunicación.
Algunos
padres responden con una actitud autoritaria, que aunque tiene la intención de
poner al joven en su lugar, puede generar más rebeldía y oposición de su parte.
En general, el adolescente no es rebelde por molestar a los padres sino porque
dicha actitud hace parte del tiempo complejo que está viviendo. Los padres, a
menudo piensan que tienen que poner su posición por encima de todo, que parte
de educar a los hijos es no dejar pasar nada. Esto puede llevar a un mayor desgaste, por lo que lo más
sensato es elegir inteligentemente que batallas dar para preservar la relación
y ayudar a nuestros hijos en el momento en que lo necesiten.
Otros por el contrario, se dejan intimidar por este comportamiento de sus hijos,
y terminan dándose por vencidos, ceden a las peticiones de los jóvenes,
aunque sean absurdas, propiciando un permanente chantaje que menoscaba la
autoridad y el respeto.
Ambas posturas se ubican en los extremos y además de poco
útiles, terminan actuando
en contra de padres e hijos. ¿Qué podemos hacer como padres?
Evaluar
el contexto
Cuando
un joven quebranta las normas, es muy importante identificar en qué condiciones
sucede. Si es una conducta frecuente, si es un hecho aislado. Si
responde a una manera ‘normal’ de expresar rebeldía. Muchas veces son
reacciones a eventos que lo afectan emocionalmente como problemas familiares,
en el colegio o con los amigos. Abordar este tema con buena información permite
dar pasos más seguros en su manejo.
Medir
las decisiones
Como
este es un tema que angustia mucho a los padres, es preciso actuar con calma y
‘cabeza fría’, para determinar las acciones a seguir.
Es
importante lograr el equilibrio. Este va desde revisar las normas
existentes, para que atiendan a la nueva realidad del joven, pero que al mismo
tiempo promuevan los valores familiares, por ejemplo de responsabilidad,
respeto y consideración por otros. Igualmente, las normas claras, firmes y con
consecuencias definidas, que pueden generar objeciones pero que si se mantienen
el joven termina entendiendo que no son negociables.
Tener
una perspectiva realista
Es
cierto que transgredir las normas establecidas puede estar asociado a temas
mayores como el abuso del alcohol, andar con malas amistades, uso de drogas,
matoneo o manejo inadecuado de las redes sociales, pero no siempre ocurre así.
No todas son indicios de que anda en malos pasos o que toda su vida está en
desorden. Calcular los riesgos reales que trae consigo dicha conducta, es clave a la hora de evaluar
que tan grave es este comportamiento.
Cómo
corregir
Existen
muchas formas contundentes de hacer entrar en razón a un joven cuando está
actuando de manera inadecuada. Escuchar con tranquilidad sus argumentos,
recordar con precisión, oportunidad y firmeza cuáles son las reglas, sin gritar
ni dejarse llevar por las emociones del momento. No quedarse en la crítica. Darle la posibilidad de que
repare sus errores y expresar reconocimiento si cumple con las normas.
Identificar
y cuestionar mandatos
Con frecuencia la rebeldía persistente de los jóvenes
exaspera a los padres y manejarla lleva a sentir impotencia e incapacidad. En esta etapa los hijos
necesitan que sus padres asuman su papel para que los guíen y les pongan
límites. La parálisis es la peor opción. En estas circunstancias son
importantes las redes de apoyo y buscar información para entender que otros
pasan por lo mismo.
Acciones
que están contraindicadas
- Los
gritos.
-
Los discursos largos y moralistas.
-
Regañarlos y reprenderlos permanentemente y peor en público.
-
Insultarlos y humillarlos.
-
Tratarlos con agresividad.
-
Dejar de hablarles por largos períodos.
-
Mostrar despreocupación por él como persona.
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