Nuestras
circunstancias externas son un reflejo de nuestra realidad interna. De ahí la
importancia de realizar al menos una vez en la vida un proceso de
autoconocimiento para crecer en sabiduría y co-crear una vida verdaderamente
satisfactoria.
Que hayas decidido leer un artículo de
estas características dice mucho acerca de ti. Pone de manifiesto que eres una persona honesta, humilde
y valiente, con ganas de mirar hacia adentro para tomar las riendas de tu vida
y estar en paz y armonía contigo mismo. Te aseguro que ya has hecho lo
más difícil: abrirte al cambio. No importa en qué punto de este proceso te
encuentres. Conocerte a ti mismo es un camino que no tiene meta. Lo importante es que te
comprometas con seguir profundizando.
La finalidad de este texto es describirte el camino que
puede conducirte a saber quién eres y de qué manera puedes estar en paz y
armonía contigo mismo. Este es sin duda el gran desafío que tienes como
ser humano. Una vez sepas la respuesta, todo lo demás se irá ordenando y
arreglando a su debido tiempo. Puede que ahora mismo te sientas perdido.
Bienvenido al club. No pasa nada. Tarde o temprano te acabarás encontrando. Lo
sé por experiencia. Con el conocimiento y el entrenamiento adecuados, los
resultados terminan llegando.
Si
bien hay tantos caminos para conocerse a uno mismo como personas hay en el
mundo, a continuación te presento, de forma muy breve e introductoria, siete
claves fundamentales para llevar a buen puerto tu proceso de autoconocimiento:
1.
Redefinir el concepto de “felicidad”
La
gran mentira contemporánea es que “la felicidad está afuera de ti mismo”. De ahí que puede que te hayas conformado con sucedáneos como el
placer, la excitación o la euforia temporal que te proporciona el consumo
materialista, los triunfos profesionales o el entretenimiento. Sin embargo, la felicidad no tiene nada que
ver con el bien-tener, sino con el bien-estar. Es decir, con la sensación interna de
estar bien contigo mismo, independientemente de cómo sean tus
circunstancias externas. La
verdadera felicidad es ausencia de sufrimiento.
2.
Conocer tu modelo mental
Se trata del esqueleto psicológico innato
que trajiste contigo de serie al nacer. En él se originan los pensamientos y se instalan las
creencias, los valores, las prioridades y las aspiraciones que constituyen tu
personalidad. Es como una lente a partir de la que filtras la realidad objetiva
de forma distorsionada y subjetiva. Más allá de condicionar tu manera de
mirar y de comprender la vida, tu modelo mental determina por qué eres cómo eres, así como la “piedra
emocional” con la que tropiezas una y otra vez a lo largo de tu vida. La
mejor manera de conocer tu modelo mental es, sin duda, a través del Eneagrama.
3.
Reprogramar tu mente
Cuando un agricultor quiere obtener un
tipo de fruto, echa en la tierra la semilla correspondiente. Del mismo modo, si anhelas un determinado
fruto en tu vida, es imprescindible que plantes la semilla adecuada. En
este caso, la semilla es
tu pensamiento y la tierra, tu mente. Así, para poder cambiar la actitud
que adoptas frente a tus circunstancias –cambiando así los resultados que
cosechas en las diferentes dimensiones de tu vida–, es imprescindible que
modifiques tu manera de pensar, insertando en tu mente información veraz y de sabiduría.
4.
Cultivar tu energía vital
Al igual que cargas el móvil cuando se le agota la batería,
has de saber cómo recargar las pilas por medio del contacto con la naturaleza,
la nutrición natural, el ejercicio físico, el yoga, la contemplación, el
silencio o la meditación. A su vez, es recomendable que te rodees de personas que desprendan
energía positiva. El reto es que encuentres un sano equilibrio entre la
actividad, el descanso y la relajación. Para ello, es fundamental que reflexiones sobre el impacto
energético que tiene tu estilo de vida en general, así como tus hábitos en
particular.
5.
Comprometerte con el entrenamiento
La sabiduría no puede enseñarse. Nadie puede recorrer el camino
por ti. De ahí que si de verdad anhelas un profundo cambio en tu vida, es
esencial que te comprometas contigo mismo. Este es sin lugar a dudas el
mayor compromiso que puedes asumir en toda tu vida. Y no se trata de obligarte
ni de exigirte. La
auténtica transformación no tiene nada que ver con los “tengo que” o los
“debería de”. Más bien surge a raíz de una profunda motivación por
sentirte mejor contigo mismo y, en consecuencia, con los demás y con la vida.
6.
Medir los resultados que obtienes
En
la medida en que manejas información veraz, cultivas tu energía vital y te comprometes con el entrenamiento, es una cuestión de tiempo que empieces a cosechar
resultados de satisfacción. De hecho, existen tres indicadores internos para saber si estás progresando en
tu camino de aprendizaje. El primero es la felicidad (que te lleva a dejar de sufrir), el segundo
es la paz interior (que te lleva a dejar de reaccionar frente a tus
circunstancias); y el tercero es el amor, que te lleva a dejar de luchar y de
entrar en conflicto con la realidad.
7.
Practicar la aceptación
La
palabra mágica que lo cambia todo es la “aceptación”. Eso sí, aceptar no quiere decir resignarse, reprimirse ni ser
indiferente. Tampoco
significa tolerar o estar de acuerdo. Y está muy lejos de ser un acto de
debilidad, pasotismo, dejadez o inmovilidad. La auténtica aceptación nace de una profunda comprensión
y sabiduría acerca de por qué eres como eres, por qué los demás son como son y
por qué el mundo es tal como es. Lo cierto es que aquello que no eres
capaz de aceptar es la única causa de tu sufrimiento.
La
paradoja de este proceso de autoconocimiento y de transformación personal es
que “cuando uno cambia, todo cambia”. Es decir, que
al cambiar tu sistema de
creencias, cambia tu manera de ver, de comprender y de interpretar lo que te
sucede, cambiando así tu forma de pensar, de sentir y de interactuar con tus
circunstancias. Es entonces cuando verificas a través de tu experiencia
que no es el mundo –sino
tu actitud frente al mundo– lo que determina tu grado de bienestar o de
malestar, así como tu nivel de abundancia o de escasez.
En este sentido, cabe señalar que sólo cometes errores por falta de
información, de energía vital o de entrenamiento. Así, el sufrimiento te ayuda a
recordar que te estás equivocando. Es decir, que tu interpretación de lo que está sucediendo es
demasiado distorsionada y subjetiva. De hecho, si no fuera por los errores, no sabrías en qué
estás fallando y de qué manera puedes aprender a hacerlo mejor. Esta es
la razón por la que no debes condenar ni maldecir tus errores: son tus grandes
aliados en el arte de
vivir consciente y sabiamente.
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