Querido padre de familia, su felicidad les pide
aceptar que cada hijo es diferente; no los compares.
No son clones, son seres autónomos que llegan con un Plan de vida ya trazado en lo esencial.
Ustedes pueden darles una guía, pero no un camino; pueden darles aliento pero no llevar su carga.
Pretender que no sufran es como pedir que el agua del río no golpee contra las piedras en su fluir.
El dolor educa y las pruebas serán las que los harán fuertes y capaces de superar cualquier escollo.
Casi siempre las «ayudas» de los padres son dañinas porque evitan que los hijos aprendan del dolor.
Cada hijo es único y vino a vivir su vida, no la que ustedes les pretenden señalar.
Tú, hijo, por tu parte, valora el amor que recibes, respeta y no digas con arrogancia: «No se meta que yo hago lo que me da la gana».
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