Hay
muchas creencias falsas alrededor del tratamiento de esta enfermedad crónica
que afecta a miles de personas. Lea cuáles son las verdades de este mal.
Los
métodos de diagnóstico han evolucionado mucho y por medio de pruebas en sangre
se puede determinar si se padece la enfermedad.
La artritis reumatoidea es una enfermedad autoinmune en la que el cuerpo ataca el
tejido de las articulaciones. Esto produce un intenso dolor y una limitación en el momento
de hacer algún movimiento. Con el tiempo la articulación se desgasta y pierde por completo su
funcionamiento. Las
mujeres son las más afectadas ya que apenas uno de cada tres pacientes es
hombre; su causa es
desconocida y el único factor de riesgo que se ha identificado es el
antecedente familiar de la enfermedad.
A pesar de que es un mal muy conocido, muchas personas,
incluso aquellas que la padecen, tienen creencias erradas sobre su manejo. Por ejemplo, muchos
piensan que el consumo de carnes rojas la empeora pero no existe evidencia de
que esto sea así. La carne
está identificada en el desarrollo de gota y, junto con el alcohol, genera
crisis en la articulación afectada, que casi siempre es la del dedo gordo del pie. El
consumo de cigarrillo durante el tratamiento sí ha sido identificado como un
factor que empeora los síntomas de artritis y que dificulta su evolución.
A menudo la artritis se confunde con otra enfermedad de nombre parecido, la
artrosis. Esta, sin embargo, no es causada por el ataque del cuerpo a
las articulaciones sino que se
debe a un desgaste por subir y bajar escaleras. Un dolor en la cadera o
en las rodillas después de los 50 años puede ser causa de un desgaste en el
cartílago lo que genera un
dolor que incapacita a los pacientes, pero en estos casos el tratamiento
es distinto.
Por eso un diagnóstico temprano es importante no solo porque es clave descartar
otras enfermedades que pueden producir los mismos síntomas sino porque
tratarla a tiempo y de la manera correcta ayuda a retrasar los daños que
genera. Hay que recordar
que las complicaciones de la artritis no se limitan a las articulaciones sino
que también afecta al corazón, los pulmones y los riñones. Para ello es
importante identificar los síntomas.
El
primer indicio de que algo está mal es la inflamación de cualquiera de las
articulaciones, pero es más común que las primeras afectadas sean las pequeñas como las de
los dedos. Casi
siempre la inflamación es simétrica, es decir, el daño está dado en las
dos manos. También se da
un enrojecimiento alrededor de la articulación asociado a un intenso dolor con cualquier
movimiento. Algunos pacientes sienten en las mañanas una rigidez en las manos que les impide moverlas.
Esta molestia les dura por
lo menos una hora y cuando sucede hay que acudir al médico.
Los métodos de diagnóstico han evolucionado mucho y por medio de pruebas en sangre
se puede determinar si se padece la enfermedad. Las radiografías son una
ayuda valiosa en el momento de mirar el grado de desgaste que han sufrido las
articulaciones.
No
existe una cura pero sí una variedad de medicamentos que buscan detienen
el daño de la inflamación no sólo en las articulaciones sino en todos los
órganos. El uso de
analgésicos antiinflamatorios, como el Naproxeno, Ibuprofeno o Diclofenaco,
ayudan a controlar el dolor y disminuyen los síntomas, pero no deben usarse por
mucho tiempo debido a los efectos que tienen sobre el estómago: aumentan el riesgo de sangrados
intestinales y puede dañar los riñones.
Los
corticoesteroides han sido utilizados por años, pero en la actualidad se
recomienda retirarlos a medida que el paciente mejora. Al inicio de la enfermedad se dan por ciclos
en dosis
alta pero esta debe disminuir cuando la inflamación cede.
Teniendo en cuenta que entre los efectos adversos de estos medicamentos están
el riesgo de osteoporosis, infecciones y aumento del azúcar en la sangre los
pacientes que los han
consumido por mucho tiempo deben tener una evaluación adicional. Por
ejemplo se deben realizar
una densitometría ósea para evaluar si tienen o no osteoporosis y evitar
la descalcificación con suplementos.
Estos medicamentos, sin embargo, no controlan la enfermedad, sólo ayudan a controlar el dolor.
Pero existen drogas que
detienen la progresión de la artritis y previenen sus complicaciones, y
por eso se consideran la piedra angular del tratamiento
Existen varios esquemas de tratamiento con estos fármacos
que se dan dependiendo de la historia clínica de cada paciente. La Sociedad
Española de Reumatología recomienda
el uso de Cloroquina, Metrotexate y Sulafazalazina. Aunque son
medicamentos que pueden producir efectos colaterales, su beneficio supera los
riesgos, y con una adecuada evaluación y controles periódicos son seguros. Este tratamiento puede generar
una remisión, o estados prolongados sin síntomas de la enfermedad. La
Sociedad recomienda además la toma de muestras de laboratorio para evaluar la
función del hígado y riñones.
Cuando
estos medicamentos fallan o se presentan efectos adversos que no se pudieron
evitar, se
recomiendan un nuevo grupo de fármacos conocidos como biológicos. El
beneficio de estos está dado por su gran efectividad y su dosificación. Estos atacan directamente la
génesis de la enfermedad y actúan a nivel de las sustancias que generan
la inflamación.
Otras recomendaciones
para el éxito del tratamiento son mantener un peso adecuado y tratar de no hacer movimientos repetitivos.
La obesidad hace que las articulaciones se desgasten más rápido y si existe un
articulación inflamada por artritis los síntomas van a empeorar si no se controla el peso. De igual
manera el sobre uso de una articulación no genera artritis, pero sí puede hacer
que el dolor sea peor en
una articulación que de por si está inflamada.
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