La
máscara que nos ponemos se refiere a la fachada o imagen que mostramos al
mundo, que difiere de quiénes somos realmente en nuestra vida privada. A
menudo, ponemos esta
máscara para adaptarnos a las expectativas de los demás o para protegernos de
la vulnerabilidad. Sin embargo, llevar una máscara constantemente puede ser agotador y
puede impedir que construyamos relaciones auténticas y saludables. Es importante recordar que todos
somos humanos y tenemos defectos, y es importante ser honesto y auténtico en
nuestras relaciones y con nosotros mismos.
Cada vez que me pongo una máscara para tapar mi realidad,
fingiendo ser lo que no
soy, fingiendo no ser lo que soy, lo hago para atraer la gente.
Luego descubro que solo atraigo a otros enmascarados, alejando a los
demás, debido a un estorbo: la máscara. Uso la mascara para evitar que la gente vea mis
debilidades; luego descubro que al no ver mi humanidad, los demás no me quieren
por lo que soy, sino por la máscara.
Uso una máscara para preservar mis amistades; luego descubro que si pierdo un
amigo por haber sido auténtico, realmente no era amigo mío, sino de la máscara.
Me pongo una máscara para evitar ofender a alguien y ser diplomático;
luego descubro que aquello que más ofende a las personas con las que quiero
intimidar, es la máscara.
Me pongo una máscara, convencido
de que es lo mejor que puedo hacer para ser amado. Luego descubro la triste
paradoja: lo que más deseo lograr con mis máscaras, es precisamente lo que
impido con ellas.
Despropósito: "lo que más deseo lograr con mis máscaras, es precisamente lo que impido con ellas"
ResponderBorrarLa vida es muy corta para permitirse el lujo de ir con máscaras.