Adrian era un joven que nació en una familia opulenta y en la que los
lujos y el derroche eran el pan de cada día.
Era el menor de tres hermanos y desde niño sentía que ese no era su lugar y que no encajaba en esa familia.
No le gustaban las apariencias, las modas y estar usando siempre lo que más costaba y era de marca.
Sus hermanos y amigos se burlaban de él y le decían: “No seas tonto, aprovecha. Millones quisieran estar en tu lugar”.
Sintió alivio cuando lo enviaron al extranjero a estudiar y entonces pudo vivir con la sencillez que deseaba.
Aprendió a meditar y encontró un buen guía espiritual que le habló del plan del alma que había hecho antes de encarnar.
Entendió que su familia era perfecta para su aprendizaje, dejó de juzgar y aprendió a mirarlos con amor.
En unas vacaciones decidió vestirse como un mendigo y estar con gente pobre en la calle como uno de ellos. Estaba feliz. Allí murió tranquilo cuando un carro lo atropelló. Muchos cambiaron por él.
Era el menor de tres hermanos y desde niño sentía que ese no era su lugar y que no encajaba en esa familia.
No le gustaban las apariencias, las modas y estar usando siempre lo que más costaba y era de marca.
Sus hermanos y amigos se burlaban de él y le decían: “No seas tonto, aprovecha. Millones quisieran estar en tu lugar”.
Sintió alivio cuando lo enviaron al extranjero a estudiar y entonces pudo vivir con la sencillez que deseaba.
Aprendió a meditar y encontró un buen guía espiritual que le habló del plan del alma que había hecho antes de encarnar.
Entendió que su familia era perfecta para su aprendizaje, dejó de juzgar y aprendió a mirarlos con amor.
En unas vacaciones decidió vestirse como un mendigo y estar con gente pobre en la calle como uno de ellos. Estaba feliz. Allí murió tranquilo cuando un carro lo atropelló. Muchos cambiaron por él.
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