El
miedo desnuda una fe precaria y frágil, el miedo te dice que tu confianza es
muy pobre.
Relájate,
cierra tus ojos, respira profundo, siente a Dios y escucha lo que Él te susurra:
“Siempre
estoy contigo y quiero que cuides tu fe, vibres en amor y descanses en mí con una serena
confianza. ¿Qué puedes temer si Yo te acompaño y te protejo? ¿Por qué
dudas y te descontrolas? Afianza
tu fe.
Sigue
mi camino y nunca te dejaré caer o te levantaré cuando
tropieces o vaciles. Soy tu Buen Pastor. No puedo librarte de ciertas pruebas porque son
las que te ayudan a despertar, hacer cambios y dar lo mejor de ti.
Yo
te amo infinitamente y nada debes temer si te apoyas en mí
y no te alejas de mi lado.
No dejes que nada te intimide, no sucumbas, todo marcha como debiera y yo soy tu paz y tu refugio.
Confía hijo mío. Te amo
sin medida”.
Dios
Padre-Madre, dame coraje y haz que la fe sea mi fuente de energía en los
tiempos turbulentos, y ante las crisis. Cuando los
intereses materiales me tengan dando vueltas en un remolino sácame de allí.
Dime
que mi misión es de amor y no permitas que me pierda con una consciencia
anestesiada o que los temores me dominen. A veces olvido que estoy acá
para amar, no para poseer; que estoy de paso y que el tiempo vuela.
A
veces me enredo en lo que no cuenta y necesito tu guía para tomar
decisiones acertadas. Decido ser muy espiritual. Señor, recupero la
confianza, replanteo mi
vida y me concentro solo en amarme y amar.
Hoy
elijo nutrirme sin tregua en la fuente espiritual, orar, meditar, estar contigo. Rompo las cadenas que me atan y me siento en paz. Suelto los apegos, no juzgo y
decido actuar como un humilde instrumento de tu amor. En ti confío. Gracias por ser todo para mí.
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