La
sal (NaCl) es el gran enemigo de los hipertensos, ya que en términos estrictos
el ser humano no la necesita en su alimentación. Porque lo que muchos no
saben es que los alimentos contienen cantidades suficientes de sodio y cloro
para completar nuestras necesidades.
Sin
embargo, los peligros de consumir sal en exceso son más graves de lo que
parecen. Lo último que hemos sabido sobre esta sustancia es que genera
una adicción equiparable a la de la cocaína o la heroína, algo que puede
perjudicar considerablemente a nuestra salud.
A
menos sal, mejor salud
Un estudio llevado a cabo por las universidades de Duke y
Melbourne (para el que se utilizaron ratones) comprobó que la necesidad de comer productos altos en sal
activaba las mismas zonas del cerebro que las drogas ya mencionadas.
Además, se percibió un aumento en el número y el tamaño tanto de las neuronas
como de dos proteínas estrechamente vinculadas con el placer y la adicción (la
dopamina y la orexina).
Los expertos, que por todo esto aconsejan no superar los
5-6 gramos de sal por día, también recomiendan prestar atención a los
siguientes hábitos:
1.
Adereza con especias y condimentos en lugar de sal. Y para que las
comidas no te parezcan sosas: pimienta, vinagre, limón, ajo, comino y similares
evitarán que te acuerdes de ella haciendo que las comidas sean más sabrosas. Si
no te gustan, puedes sustituir la sal por una de bajo contenido en sodio, que
aporta la mitad que la sal común.
2.
Come más alimentos frescos (contienen menos sodio) y evita las comidas
precocinadas. Aunque para la elaboración y conservación de estos productos se
utiliza mucho sal, si haces tu propia comida controlarás mejor las cantidades.
Otro truco muy eficaz es cocinar los alimentos al vapor, ya que al no haber un
medio con el que el alimento entra en contacto, no hay cesión de sustancias y
se conserva mejor el contenido natural del sodio del alimento.
3.
No añadas sal mientras cocinas. Espreferible que se añada después, pues
así puedes controlar mejor la cantidad de sal que añades.
4.
Olvídate del salero. Puede ser una buena medida psicológica no ponerlo
en la mesa, y si no ves la sal igual ni te das cuenta de que ni te apetece. Si
no puedes hacerlo de manera radical, al menos usa saleros con menos agujeros.
Porque pese a que pueda parecer algo simple, el hecho de que tu salero tenga
menos agujeros o unos más pequeños hará que inconscientemente eches menos sal
al plato. Normalmente se sacude el salero dos o tres veces y se suelta en la
mesa, ya que cuanto más pequeños sean los agujeros menos sal caerá al plato.
5.
Revisa las etiquetas nutricionales. Puede que en la etiqueta no ponga
que tiene sal, pero busca el contenido en sodio, que es el equivalente. Eso sí,
ten en cuenta que el sodio, aunque se utiliza como sinónimo, no es sal. Por
este motivo, para conocer la cantidad exacta de sal hay que multiplicar por 2,5
los gramos señalados en sodio. Ve fichando los productos que tienen más
contenidos de sal o sodio y procura no consumirlos con frecuencia o ve
eliminándolos de tu dieta si no son imprescindibles.
6.
Por último, si vas a comer a un restaurante pregunta si pueden prepararte el
plato con menos sal o sin sal.
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