Es
normal no mostrar ningún interés por todo lo que no sea luchar contra la
enfermedad y el paciente queda obnubilado por esta nueva noticia que lo
trastoca todo. Es necesario empezar el tratamiento, y, a partir de aquí, lo que
no sea vital quede en un parenthesis.
Recuperar proyectos comunes
El
anuncio de la enfermedad a menudo viene acompañado al mismo tiempo del
tratamiento planificado, que en cierto modo constituye un suplicio programado
que interfiere y detiene el futuro más próximo: ablación de la zona
enferma, antes o después de la quimioterapia (matar las células anómalas que
puede que intenten colonizar otros órganos) o incluso radioterapia (tipo de
quemadura terapéutica).
El cuerpo, visto hasta ese momento como un envoltorio
natural de un espíritu sano, soporte del deseo y el placer, ahora se convierte, y para un
largo periodo de tiempo, en un cuerpo que se soporta y sufre. La mirada
del otro no puede verse afectada, pero es gracias a él que podemos evitar
sentirnos únicamente un objeto de tratamiento.
¿Se puede sentir placer cuando se está en esta fase del
tratamiento? Resulta
totalmente necesario que no se produzca un deterioro en la pareja. Un
conflicto podría impedir, a posteriori, la reanudación harmoniosa de las
relaciones. Si se está atento durante la fase de tratamiento, incluso podría considerarse la
continuidad de las relaciones hasta la fase donde uno se sienta renacer…
De hecho, después entramos en un estado crónico de espera
asociado a la repetición rítmica de exámenes que deben pasarse para asegurarnos el éxito del
tratamiento: esperamos el resultado con angustia y experimentamos una
cierta euforia cuando el resultado sale normal.
Comprobamos
que el mal ha sido destruido y no se esconde en ningún rincón oscuro del
organismo: está acorralado y estamos al acecho: ¿dónde está? ¿Está
muerto del todo? Buscamos en los resultados la confirmación de que todo va
bien. Buscamos en nuestro propio cuerpo los signos de curación: desaparición de
la zona enferma y disipación de los efectos
Los
mecanismos de placer no se ven afectados
De
hecho, el cáncer prácticamente nunca afecta a los mecanismos del placer, pero
puede resultar muy difícil dejarse ir ante las sensaciones excitantes
cuando cualquier señal puede ser un potencial indicador de un nuevo problema.
Es
necesario que cada uno tenga un gran control de sí mismo para aprovechar cada
día la oportunidad del placer aunque apenas escapamos del sufrimiento.
Normalmente, con el tiempo, cuando todo acaba bien, la angustia se atenúa.
Generalmente, un año puede representar un rumbo: el de retorno a la vida.
Cada
persona es única y algunos no sienten que renacen hasta al cabo de cinco años.
Pero cinco años en la vida de una pareja es mucho tiempo, demasiado tiempo. Es necesario que la pareja
reaccione a tiempo en estas fases diferentes.
Repaldar al otro
Es
necesario respaldar a tu pareja en todo lo posible: la comprensión ante la
enfermedad y la posible pérdida de energía que comporta la enfermedad (o
el tratamiento) no debe en ningún momento hacernos olvidar la mirada amorosa,
que será el apoyo del enfermo. La mayoría de las veces la enfermedad comporta una desvalorización
narcisista: la persona a menudo se siente “nula” y teme constituir un peso para
la existencia de la otra.
La persona afectada por un cáncer incluso puede sentir miedo a ser abandonada
y se culpa con la idea de arruinar la vida de su pareja.
Es necesario saber cuándo puede volverse a jugar
sexualmente, lo que resulta difícil si la situación anterior ya era
conflictiva.
El
cáncer también puede ser el momento para cuestionarlo todo, uno se
siente en peligro y ya no
tiene ganas de compromiso, la vida se ha convertido en algo demasiado
preciado.
Además, los proyectos importantes pueden verse impedidos por la enfermedad:
especialmente el deseo de quedarse embarazada, puesto que no se
recomienda intentarlo en los dos años siguientes al tratamiento.
Consejos prácticos
Cualquier
cáncer provoca una ansiedad y una desvaloración narcisista que tienden a
disminuir la libido.
Hablarlo permite evitar lo peor: es absolutamente
necesario preguntar al médico, incluso en urgencias, lo que sucederá en el
plano genital para poder limitar los bloqueos.
De este modo, es necesario:
Preguntar si es necesario congelar esperma (a menudo las quimioterapias
alteran la espermatogénesis).
Preguntar si el tratamiento corre el riesgo de provocar una menopausia transitoria
(lo cual permite recetar cremas para combatir la sequedad vaginal y
medicamentos no hormonales para disminuir los sofocos).
Preguntar si resulta contraindicado mantener relaciones.
Preguntar la dirección de un consultorio de sexología:
resulta básico encontrar las respuestas a nuestras preguntas, aunque sean
tontas.
Solicitar
un apoyo de tipo psicológico para tratar las dificultades a medida que
surjan para que no se acumulen y se conviertan en una fuente de rencor.
La
vida sexual a largo plazo no resulta algo fácil y, además, el cáncer no
facilita el mantenimiento de relaciones armoniosas. Sin embargo,
enfrentarse a la enfermedad puede convertirse en la fuente de una exigencia de
satisfacción mucho mayor, la pareja deberá realizar una búsqueda más minuciosa
del placer y puede que al final acabe intensificándolo.
Cáncer de cuello uterino y sexualidad
En
una fase inicial del cáncer, se practica una conización, es decir, la ablación
de una pequeña parte del cuello uterino: esta intervención impide las
relaciones sexuales durante unos quince días, pero no deja rastro en la
fisiología de la relación. La
ablación del útero ya no repercutirá más en el orgasmo.
En
cambio, la radioterapia intravaginal, también denominada curiterapia, quema la
mucosa vaginal y le hace perder mucha elasticidad, lo que a veces
comporta que los intentos de penetración sean muy dolorosos. Habrá que consultar rápidamente
con el ginecólogo para intentar no renunciar totalmente a la sexualidad:
no existe motivo por el que los orgasmos clitorianos deban convertirse en
imposibles.
Cáncer de mama y sexualidad
El
cáncer de mama es el tumor maligno más frecuente entre las mujeres de todo el
mundo, lo que representa casi el 30% de todos los tumores del sexo femenino.
Todavía tendemos a extirpar la mama,
incluso en caso de lesiones poco graves, para evitar las recaídas. El cáncer de mama rara vez pone
en peligro la vida inmediata de la mujer, pero afecta a su símbolo más
aparente de feminidad.
Con
cirugía se extirpa, ya sea una parte (tumorectomía) o bien la totalidad de la
mama, por lo que la mujer visualizará la alteración de su feminidad cada
vez que se desnude.
Resulta
muy difícil en estas condiciones olvidar el cáncer. En esta fase, la
reacción de la pareja resulta primordial: de hecho, la mujer se siente culpable
de privarle de uno de sus atributos más carnales. La mastectomía, que da lugar a un busto de amazonas, no
tiene nada de feo, pero puede desconcertar a determinados hombres.
Al principio, algunas mujeres no se quitan el body o el
sujetador, si las sensaciones o la visión de su cuerpo modificado las inhiben o
afectan a su pareja. A cualquier edad, resulta importante integrar esta
modificación en su esquema corporal y no dudar en hacer cualquier cosa para
hacerse suyo este seno o este tórax.
Si
la mujer está lista para someterse a una nueva intervención quirúrgica, podrá
plantearse una operación de cirugía estética para que le hagan una remodelación
del busto.
Tener el brazo hinchado también puede provocar
sensaciones dolorosas que inhiben la vida sexual; llevar un manguito o las
sesiones de drenaje linfático a menudo mejoran la sintomatología.
Limitar los riesgos
Debe
explicarse el plan de tratamiento y sus consecuencias genitales y sexuales para
limitar las consecuencias: aparte del cáncer de cuello uterino después de la
radioterapia y del cáncer de próstata, no existen motivos para que el cáncer
deteriore la vida sexual.
Debe aceptarse que la primera parte de la enfermedad
constituye una fase en la que las relaciones sexuales se dejan aparte (deseo,
lubricación, orgasmo, erección).
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