Los
pechos son hoy más grandes que nunca antes en la historia.
Las hormonas que se inyectan a
los alimentos, la píldora anticonceptiva y el estrógeno son responsables de que
las copas de los sujetadores que antes se fabricaban en un rango de la A a la D
ahora se hayan ampliado de la H a la KK, para pechos extragrandes.
En
Europa, donde la naturaleza fue más discreta con los atributos
–compárese la copa 105D de Jayne Mansfield con la más pequeña 95B de su
contraparte francesa, Brigitte Bardot–, el aumento de pecho es, junto a la
liposucción, la operación estética más popular.
Según los datos del Instituto Dexeus, el contorno y la copa más
demandados son la talla 90B y 95C. De acuerdo al testimonio de algunos
cirujanos, que prefieren no identificarse, algunas clientas compran al peso:
“Las quiero [las prótesis] de más de 330 gramos”, demandan en consulta.
“No había nada falso en los pechos que se deseaban en los
años cincuenta. Eran naturales, animados, sanos y divertidos”,
apunta la periodista Vanessa Butler en lo que pretende ser una historia
definitiva de los pechos siguiendo la línea editorial de la revista Playboy.
“Se han ido transformando a lo largo de los años en nuestras páginas. No somos
Darwin, pero podríamos elaborar una teoría de la evolución del escote”,
asegura.
El primer número de Playboy se publicó en 1953 con un
desnudo de Marilyn Monroe. Había
terminado la II Guerra Mundial y triunfaba el escote cónico, como el que
exhibe Christina Hendricks, la pelirroja de Mad Men. Su forma se conseguía
gracias a los sujetadores torpedo.
Al parecer, el sujetador cónico recordaba las ojivas
nucleares. Entonces, la forma estaba por encima del volumen. “El sujetador torpedo fue un
lujo popularizado”. “Se exageraban las curvas, todo estaba
sobredimensionado, desde los Cadillacs con alerones hasta los
electrodomésticos”.
Los excesos terminaron con la década. Las chicas
encendieron grandes hogueras para liberar sus pechos. “Renunciar al sujetador era una señal de libertad”.
Las mujeres tenían menos
hijos, llevaban una vida más activa y cambiaron su dieta. Todo esto se tradujo en una
pérdida considerable de volumen y en unos pechos más pequeños. No había
sucedido nada igual desde la era de las flappers, que bailaban en los felices
años veinte.
Históricamente,
las tallas pequeñas han sido populares en las épocas feministas. Así
sucedió en la década de los veinte y a finales de los sesenta y setenta. A pesar de los vaivenes de
tallas y volúmenes, en todas las épocas ha sobrevivido una tendencia paralela
que considera el pecho pequeño, incluso plano, como un signo de clase y estilo.
Los nombres antológicos de la tendencia han sido las dos Hepburn: Katharine y
Audrey.
Con los ochenta llegaron Madonna, Michael Jackson y la
MTV. No había nada que
esconder. “La ropa interior adquirió vida propia y dejó de estar a remolque de
las piezas exteriores. Se proclamó oficialmente la vuelta del escote y las operaciones de
aumento de pecho dejaron de ser una excentricidad. Una marca canadiense
llamada Wonderbra reventó el mercado con un único sujetador que le hizo
ingresar 30 millones de dólares solo en 1980.
Contra
todo pronóstico, en la siguiente década, los noventa, volvieron los pechos
pequeños y atléticos. Según la versión de los hechos de Playboy, la
culpa fue de las jugadoras de la WNBA y de las top models británicas.
El
nuevo milenio llevó Internet a los hogares occidentales. La oferta y
disponibilidad de desnudos y pornografía era abrumadora. El péndulo de la moda
regresó a los escotes generosos. Y ahí se ha quedado. El look es
desafiante: una improbable mezcla de pocos kilos y turgencia que apenas existe
en la naturaleza. “Ninguna
mujer podrá tener ese escote sin unos implantes o un sujetador push up”.
“De hecho, cuando una clienta pide al cirujano un escote verdaderamente
dramático, este debe unir
los pechos en una posición que no es exactamente anatómica. Pero no se
pretende engañar a nadie. ¿Quién querría parecer natural? Eso era muy del siglo
XX”.
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