En palabras de un humorista: Hay personas con una gran imaginación: imaginan que todo lo que hacen está bien hecho. Esto suele ser una constante entre los gobernantes o los malos jefes, y sobran aduladores y lagartos que se los confirman a diario.
Lastimosamente los gobernantes y los líderes inconscientes no soportan al lado un buen abogado del diablo que les abra los ojos. Desde esta óptica perversa todo crítico u opositor está equivocado, es un enemigo, un antipatriota, o un delincuente.
Por eso el ego, que es el yo soberbio, es el causante de tantos estragos y conflictos inútiles. El ego siempre está convencido que tiene la razón, no sólo un pedacito de ella. Y ante esa premisa, sólo cabe una conclusión sin atenuantes: Todos los demás están equivocados.
Por eso la Iglesia es sabia cuando nombra un abogado del diablo que busque todas las fallas de un candidato a ser santo. En el Palacio de Nariño y en ciertos despachos oficiales y privados hay abogados diablos, no del diablo, y hacen falta seres humildes capaces de reconocer sus errores.
Los sabios aseguran que muchas personas son infelices porque la soberbia les impide ubicarse en el justo medio. Se enredan en extremismos perniciosos en lugar de practicar la maravillosa 'ecuación sagrada': ecuación sagrada es saber dar y saber recibir, ser un buen dador y también un buen receptor. Algo complicado para el egoísta que sólo quiere recibir y el masoquista que únicamente vive para dar.
Darse y dar es tan importante como recibir, y cuando lo haces estás en el Camino Medio del que hablaba Buda. Pero la ecuación sagrada también se cumple en otros espacios y es bueno que te examines y hagas cambios. Mira si valoras por igual la crítica y el elogio, lo material y lo espiritual, lo exterior y lo interior, la razón y el corazón. En otras palabras, piensa si sabes balancear y unir los contrarios, el yin y el yang, para disfrutar una vida en armonía.
Para lograrlo los budistas aprecian mucho la práctica meditativa tonglen que en tibetano significa enviar (tong) y recibir (glen). Es un ejercicio de transformación espiritual que te aquieta y te armoniza con los demás y el universo.
Consiste en acompasar tu respiración con el deseo de asumir lo negativo e irradiar lo positivo. Sientes que inhalas hacia tu corazón todo el dolor, tristeza y sufrimiento de tu entorno. Te suena extraño, pero así creces en compasión y abres tu corazón y tu mente a todo lo que sientes.
Luego exhalas alivio para el dolor, alegría, paz, bondad, amor, y deseas que todos los seres vivos estén bien. Al inicio puedes sentir molestia o incomodidad, pero con la práctica esas sensaciones se esfuman y sientes paz.
Persevera y tomarás consciencia de que no hay que cambiar el mundo sino tu percepción de él, tu mente y tu corazón. El sendero correcto es de humildad y amor sin estar hipnotizados por lo aparente.
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