Es bien sabio este proverbio chino: “Cuando hagas favores no lo
recuerdes, cuando recibas favores no lo olvides”.
Un
buen termómetro del amor es la dadivosidad, o sea, tu
capacidad de dar sin esperar recibir.
Dar como el árbol que entrega hasta su madera, como la flor que te regala sus
colores y su aroma.
Dar sin contraprestación
como lo hacen la Madre Tierra y la Madre Agua, como lo hace siempre Dios.
Es
maravilloso cuando te das y compartes con los que no te pueden corresponder
porque tu amor es incondicional.
Jesús
decía que lo valioso es no
pregonar el bien hecho y que la mano izquierda no sepa lo que hace la
derecha.
Haz el buen propósito de regalar
algo cada día: una sonrisa, un consejo, un abrazo, una oración silente.
Siempre
comprobarás que hay más
alegría en dar que en recibir, y que siempre en la vida te dan más de lo
que ofreces.
Aunque
no lo creas hay algo peor que ser ciego: es tener ojos y no ver lo que necesitas ver.
Eso afirmaba Hellen Keller, 1880-1968, valerosa mujer que se sobrepuso animosa a a la ceguera y la sordera.
Es frecuente tener una peligrosa
ceguera para los propios defectos y una vista aguda para los ajenos.
Es
fácil no reconocer tus errores y tener siempre a la mano la excusa perfecta que te impide cambiar.
Pero cualquier día es bueno para
quitarte la venda y asumir un firme y animoso compromiso de
mejoramiento.
Que
nunca se cumpla en tu vida lo que decía Yeshua: “Tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen”.
Los
expertos en el talento humano dicen que uno sólo avanza cuando reconoce sus “puntos ciegos”.
Algo
que se logra con dos valores formidables: Humildad y sinceridad.
Ya lo
sabes, peor que ser ciego
es tener ojos y no ver.
Eso afirmaba Hellen Keller, 1880-1968, valerosa mujer que se sobrepuso animosa a a la ceguera y la sordera.
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