Jesucristo nos dejó la sabia regla de oro: “Trata a los demás como quieres
que ellos te traten a ti”.
Confucio la había formulado cinco siglos antes
en forma negativa: “No
hagas al otro lo que no quieres que él te haga”.
La regla de oro es una buena guía en
tus relaciones y siempre brilla la armonía cuando la practicas.
Sin
embargo, es mejor tratar al otro como él necesita ser tratado, no como tú te
tratas.
Algo
que entendió San Francisco
de Sales cuando dijo: “Solo
amas al otro si te amas, y logras que él se sienta amado por ti”.
Viéndolo
bien, un sádico y un masoquista no deben tratar a los demás como quieren que
los traten a ellos.
La regla de oro solo fluye y ayuda si
hay amor efectivo: Solo amas, si te amas; solo valoras, si te valoras.
Elige dar lo mejor con una sana
autoestima y con un permanente cultivo espiritual. El amor viene de Dios.
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