Tras
analizar las tasas de supervivencia en poblaciones afectadas por calamidades,
un nuevo estudio resta importancia a factores sociales y psicológicos.
En España, el segundo país más longevo del planeta, la esperanza
de vida de las mujeres es
casi seis años mayor que la de los hombres: 85,8 años frente a 80,1.
Esta brecha es un patrón que se repite en todo el mundo
y, según un estudio de profesor de salud pública Majid Ezatti y sus colegas del
Imperial College de Londres publicado hace unos meses, la población femenina incluso romperá el techo de
los 90 en el año 2030; concretamente, serán las coreanas quienes
previsiblemente cumplan, de media, 90,8 años.
¿A
qué se debe esta diferencia? Los científicos no saben exactamente las causas.
Mientras unos lo atribuían al aumento de las enfermedades cardiacas entre los
varones a partir del siglo XIX, quizá relacionado con los hábitos nocivos y la
dieta, otros han sospechado del cromosoma X que les falta a los varones o la
influencia de la testosterona.
Una nueva investigación, llevada a cabo por expertos de
Alemania y Dinamarca, intenta
arrojar ahora nueva luz sobre la cuestión poniendo el foco en los registros
históricos de poblaciones que han pasado por distintas calamidades, para
cotejar la tasa de supervivencia entre los dos sexos.
Los
científicos reunieron los datos demográficos de antiguos esclavos de Trinidad y
Estados Unidos, que fueron liberados en África Occidental y sufrieron una gran
mortandad a principios del siglo XIX probablemente debido a falta de inmunidad
contra enfermedades tropicales; víctimas del hambre en Suecia, Irlanda y
Ucrania en la Era Contemporánea, e islandeses que padecieron una terrible
epidemia de sarampión entre 1846 y 1882, entre otros.
Las
niñas son más resistentes
La primera conclusión es que las mujeres de todos esos lugares y épocas
vivieron entres seis meses y cuatro años más como media que sus paisanos
masculinos, pese a que ambos sufrieron igualmente las consecuencias de
los desastres. Por ejemplo, durante la hambruna de la patata que asoló Irlanda
a mediados del siglo XIX, la
esperanza de vida se desplomó entre los hombres a 18,17 años, mientras que las
mujeres vivían de promedio 22,4, cuando antes de crisis alimentaria
ambos grupos llegaban a los 38 como media.
Además, al analizar los datos por franjas de edad, los
investigadores observaron que la distancia se conservaba en las tasas de
mortalidad infantil: las
niñas eran más resistentes que los niños. Esto apunta a bases biológicas
para explicar la longevidad femenina, lo que quitaría peso a factores
tradicionalmente propuestos para explicar el fenómeno, como la tendencia a recurrir a violencia, los
hábitos insanos –tabaco, alcohol, drogas…– o las conductas más
arriesgadas que suelen adoptar los varones con mayor frecuencia.
Los genes u hormonas, entonces, serían los principales
responsables de esta disparidad. Por ejemplo, se ha comprobado que los estrógenos femeninos refuerzan
el sistema inmune contra las enfermedades infecciosas, mientras que la
testosterona de los hombres podría tener el efecto contrario. El mero hecho de nacer mujer da
más papeletas para alcanzar la vejez, incluso si vienen muy mal dadas.
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