En 1910 el maravilloso pintor
impresionista Augusto Renoir se ataba un pincel a la mano para poder pintar.
16 años antes había
empezado a perder el control de sus articulaciones debido a una artritis
reumática.
Pero el gran pintor nunca
perdió la pasión por el arte y por la vida.
A los 70 años experimentaba con la
escultura.
Ya anciano e impedido guiaba
desde la silla de ruedas a un discípulo para moldear las figuras que él mismo
concebía.
Renoir es un estupendo
ejemplo de amor a lo que se hace, de aceptación serena y de entrega
total.
Amaba mucho la vida, la
luz y el color, y por eso dijo: “La tierra como paraíso de los dioses, eso es lo
que quiero pintar”.
Sus cuadros reflejan la
alegría de vivir, incluso cuando los protagonistas son artesanos como lo
eran sus padres.
Renoir nos muestra personajes que se divierten rodeados de una naturaleza agradable y luminosa.
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