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LA SALUD ES INFLUIDA POR LA MENTE.

A pesar de que algún médico, psicólogo, erudito o experto en alguna especialidad vinculada a la salud del cuerpo físico, se incomode o desacredite lo dicho en esta nota, me voy a expresar con absoluta libertad y conocimiento de causa, debido a mis largos años de ser terapeuta alternativo y de charlar con centenares de personas, sobre sus dolencias.

No necesito aprobación de nadie, por supuesto, pero antepongo esta declaración para evitar malentendidos.

La salud del cuerpo físico tiene directa relación con el estado mental imperante.

Está influida, sostenida, mejorada o deteriorada por la acción de la mente. Por eso, el desánimo, la ansiedad, el miedo y las debilidades son, la mayoría de las veces, una consecuencia de cómo pensamos. No estoy incluyendo aquí problemas genéticos, hereditarios, malformaciones de nacimiento, ni otras situaciones donde la mente no jugó su papel de “director o jefe” de nuestro cuerpo.

Si bien podría decir, desde el concepto metafísico, que alguien eligió determinada dolencia o incapacidad como parte del karma que debe disolver en esta vida, me voy a abstener de darle una interpretación espiritual o metafísica. Apunto a lo concreto y más “terrenal”. A lo práctico, se podría decir, y como consejo.

Cuando nos hacemos problemas por aquello que no podemos modificar, como por ejemplo, una lluvia inesperada y persistente que nos cambia los planes de comer en el jardín y tomar sol, debemos tomarlo como una hermosa invitación a ser creativos. Y usar el plan B. Nunca, por ninguna causa, tiene que ser motivo de bronca, tristeza, decepción, aún cuando estuvieran implicados familiares o amigos que fueron convocados por nosotros. Simplemente, el Universo tiene su propia agenda de acontecimientos. Lo meteorológico no lleva un control de nuestros compromisos sociales. Las situaciones o imprevistos que no podemos prever son -no obstante- maravillosos ejemplos de libertad. Sepamos no contrariar a la vida y viviremos menos contrariados.

En una breve explicación, sin la menor intención de ser completa ni agotar el tema, quiero recordarles que todo lo que pensamos (bueno o malo), lo que decimos (positivo o negativo) y luego sentimos (consciente o inconscientemente) se graba como patrón de conducta en nuestro cuerpo. Basta con decir “si como esto me va a caer mal al hígado”, para que el propio hígado, guiado por la mente que hizo ese decreto, manifieste un fuerte dolor o descompostura para cumplir con lo que afirmaba el dueño del cuerpo donde está alojado.

Así ocurre también, con la acostumbrada idea de ser pesimistas -a priori- y decir, entre otras excusas, que no seremos capaces de hacerlo bien porque somos torpes en eso. Claro, seguirán siendo torpes. Nada en este mundo es más respondedor que nuestro decreto. Y vivimos decretando todo el día, inconvenientes como: “Seguro, que lo llamo y no está”. “Este colectivo no viene más.” “Mira la hora que se hizo, voy a llegar tarde”… y la lista es casi infinita. Con una mano en el corazón, decime si no te escuchaste a vos mismo decirlo convencido, miles de veces. ¿Y cuál es el resultado? Que muchas de esas veces, si nos predispusimos mal, logramos que algo se frustre.

Yo soy vendedor, entre otras tantas actividades, pero jamás enfrento la posibilidad de vender bien, pensando que esa persona no me va a comprar. Esto es del orden práctico, pero repercute en lo físico y en la salud. ¿Cómo? Evita mi decepción si no vendiera. Era una de las posibilidades, pero no la que yo programé. Lo tomo como una estadística y con humor digo: “El se lo perdió” y nunca “No vendí”.

De hecho, mi organismo todo y cada una de mis glándulas, sistemas, aparatos, músculos y el cuerpo en general, funcionan de acuerdo a mis ganas y entusiasmo.

Me sigue a mí. Y yo, estoy en mi mente, no en mi cuerpo. El corazón trabaja contribuyendo a lograr todo objetivo que haya pensado. Así es la alianza. Y a la inversa también. Es decir, si mi corazón me sugiere algo hermoso, la mente se pone al instante a generarlo como proyecto y lo consigue. No soy extraterrestre, Vivo en un cuerpo humano, pero con la consciencia siempre sintonizada en los planos superiores. No pierdes nada con intentar un cambio. Me lo vas a agradecer y cada día estarás más lejos de necesitar medicamentos. La paz y la armonía son el mejor analgésico, antibiótico, ansiolítico y varias funciones terapéuticas más que te colma de vitalidad.

Si a los 67 años, me siento como de 40 y vivo como tal, no creo estar tan equivocado. Y si así fuera, me encanta ese “error” que me aleja de la enfermedad tanto física como psicológica. Y mi pareja no sería la que tengo.


Recuerda: La salud está influida por la mente. Pon a trabajar distinto a tu cabeza y el pensar en positivo, se verá reflejado en tu bienestar físico y emocional. Podrás sentirte muy sano, vital y feliz, a cualquier edad. Te lo deseo de todo corazón.

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