Rezar
es una conversación con Dios. Es el momento de más calma del día, y, en
mi caso, el de primera hora de la mañana, poco más de las seis, y el agua de la
ducha caliente cayendo despacio sobre los hombros.
Rezar es una fotografía en sepia, un regreso a la casa de
tus abuelos y al tiempo sin tiempo de tu infancia.
Es un Padre Nuestro hablando con Dios para que te ayude
en los exámenes. Es el
refugio del frío, y el silencio acogedor. Rezar es tener memoria.
Rezar
es lo que va antes del trabajo o después del trabajo, y lo que nunca lo
suplanta
Es
lo único que puedes hacer cuando ya no puedes hacer más, y es la forma de
comprometerse de quien no tiene otro medio de hacerlo, como cuando
rezamos por un enfermo que se va a operar y ya está todo en manos del cirujano
(y de Dios).
Rezar hace milagros, ofrece consuelo al que reza y a aquel por quien se reza.
Rezar
nunca es inútil, porque siempre conforta.
Rezar es decir rezaré por ti y, también, reza por mí. Y
es, por tanto, lo
contrario a la vanidad.
Rezar
es la aceptación de tus limitaciones. Es aprender a resignarse cuando lo
que pudo ser no ha sido. Es
vivir sin rencor, aprender a olvidar, aceptar la derrota con dignidad y
celebrar el triunfo con humildad.
Rezar es buscar las fuerzas si no se tienen
y confiar en que las cosas
van a ser como deberían ser.
Rezar
es optimismo, no dar nada por perdido, luchar y resistir. Rezar es
fragilidad y entereza.
Rezar
es relajarse y calmar los nervios. Y prepararse mentalmente para lo que
ha de venir. No es solo buscar el coraje, sino también la inspiración, la idea, el enfoque, la luz, el
claro en medio de la espesura.
Rezar
es razonar, aunque parezca lo más irracional que haya. Es la mente
funcionando como cuando juegas un partido de tenis. Es planificar y anticipar las jugadas. Es abstracción en los tiempos de
lo concreto y lo material. Es pausa en un mundo excitado. Es calma cuando todo es
ansiedad. Y es aburrido en la dictadura de lo divertido.
Rezar
es una forma extrema de independencia.
Rezar
es un placer oculto, que se reserva para la intimidad. Un acto privado,
y casi a escondidas, que, cuando se hace acompañado, necesita mucha confianza.
Rezar
es una declaración de amor por la persona que tienes en tus rezos. Es
derramar tu cariño sobre los que más quieres y sentir el cariño de los que
rezan por ti.
Rezar
es tener a otros en tus oraciones y estar en las oraciones de otros, que es mucho
más que estar solo en su memoria.
Rezar, y sobre todo que recen por ti, es la mayor aspiración que uno
puede tener en la vida. Un privilegio inmenso. Es querer tanto a alguien como para rezar
por él, y que alguien te quiera tanto como para rezar por ti.
¿Cabe
mayor orgullo? ¿Existe
mayor plenitud que la de saber que hay una madre, un hermano, un hijo o
un amigo que quiere que Dios te proteja, y te dé salud, y te ilumine, y te
ayude, y te acompañe, y esté siempre contigo?
Rezar
es tener fé. Tener fé en la vida, en las personas, en tus amigos, en tus hijos,
en tus padres, en Dios.
Rezar
es un súper poder que nos predispone al bien.
*Rezar
es creer y ser practicante de un mundo mejor.*
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