La
gratitud vive en el hemisferio más bello de la memoria.
Se levanta cada mañana para
darle cuerda al sol de cada uno, y recordarnos que no estamos solos; dicen que
es intangible, pero siento que tiene la forma de un abrazo en doble vía.
La gratitud se
pronuncia y se oye con la voz del afecto, con la emoción de saber que le
importamos a alguien, y la
humildad de reconocer lo que otros han hecho por nosotros.
Gratitud es saber que alguien
estuvo cerca para enseñarnos a colorear el mundo y mostrarnos cómo se espanta
la tristeza; alguien nos ayudó a construir sentimientos que valieran la pena, a
levantar andamios de libertad, amor y trazar coordenadas para que no se
perdiera.
Pero además de
saberlo es preciso hacerlo sentir abiertamente: la gratitud no es un secreto
que se deba guardar en el nicho de los silencios, una gratitud que no se
expresa es como tener un regalo empacado…y no entregarlo.
Por
eso hoy quiero decir *GRACIAS* a los destinatarios que han marcado mi
vida y a quienes la han acompañado así sea por fragmentos, quizá sin ni
siquiera saberlo.
Y hacer una
invitación para que nadie se quede con sus gratitudes guardadas: no le tengamos miedo ni
vanidad a reconocer que no seríamos lo que somos si la vida y los milagros no
se hubieran fijado en nosotros; si en vez de quedarse a nuestro lado,
nos hubieran abandonado a una suerte incierta, y hubiéramos tenido que crecer
sin un árbol cerca, o trabajar, vivir y pensar en solitario.
Somos
lo que somos porque alguien nos enseñó a contar con los dedos puestos no
en los números, sino en las estrellas; nos enseñaron a jugar en serio con las
palabras y a defender las ideas; a no escondernos de la luz ni de la penumbra, porque en ambas podemos servir
de algo, aprender de alguien, dar felicidad.
Entender que ni la prepotencia, ni el temor son buenos
consejeros, y que nos volvería miserable el espacio donde guardamos los
recuerdos.
Somos
lo que somos porque respiramos al ritmo de los afectos y nos agotamos
por todas las veces que hemos tenido que decir adiós; nos reconstruimos en los
encuentros, en los esporádicos, en los intensos, en los redentores y sabemos
que estamos aquí y ahora para ser parte de este hermoso camino, que es mejor lo
nuevo a la rutina .
Es
dar gracias a la vida cuando delante nuestro se cierran y se abren los telones.
Gratitud no es decir gracias ni quedarnos callados: es hacerle sentir a quienes nos
han dado tanto de ellos mismos, que tal vez hoy no estaríamos vivos si
no nos hubieran rescatado a tiempo; que recomenzar sería imposible si no
compartieran con nosotros su entereza, amor y su sonrisa; que tendríamos muy
hambriento el corazón si no nos hubieran regalado un pedacito de la masa madre
del cariño.
Esta
gratitud es para todos los que algún día ayudaron a forjar la fuerza del
espíritu mío; le dieron forma a la ternura de los vínculos y al valor de la
esperanza; y lograron que por más fuertes que fueran los vientos, mantuviéramos
el alma en alto, confieso a los cuatro cielos, una inmensa gratitud por todos
los que me han ayudado a llegar a la última etapa de la vida así, imperfecta,
con el alma despierta, con la piel y los ojos a veces cansados…pero la mirada
abierta y el corazón lleno de amor .
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