La adolescencia puede ser una época
desafiante tanto para los adolescentes como para sus padres. Los adolescentes
están en una etapa de descubrimiento de sí mismos y pueden experimentar cambios
y conflictos internos mientras buscan su identidad y su lugar en el mundo. Los
padres, por su parte, pueden sentirse desconcertados y frustrados al ver a sus
hijos cambiar y alejarse de ellos.
Sin
embargo, la adolescencia
también puede ser una oportunidad para afianzar el amor y la conexión con
nuestros hijos. Aunque los adolescentes pueden pedir más espacio y independencia,
es importante recordar que
siguen necesitando el amor y el apoyo de sus padres. Escuchar a nuestros hijos y
estar presentes para ellos, aunque sea de manera discreta, puede ayudar
a mantener una relación cercana y a brindarles la seguridad y el apoyo que necesitan durante
esta etapa de su vida.
Además,
es importante recordar que
nuestra misión como padres es educar y amar profundamente a nuestros hijos.
No debemos dejar que otras responsabilidades o preocupaciones nos distraigan de
nuestra tarea de criar y cuidar a nuestros hijos. Al mantener una actitud amorosa y abierta a la
comunicación y al diálogo, podemos ayudar a nuestros hijos a sentirse seguros y
valorados durante la adolescencia y más allá.
Esto
unido a que ellos mismos
están descubriéndose hace de la adolescencia una época compleja, pero
que no necesariamente tiene que significar que sea siempre problemática o de
temer.
Si hay temor, que sea un temor sano. Un temor que nos empuje a conocer más a nuestros hijos, a amarlos
más.
La paradoja del adolescente, puede ser desgastante e incluso confusa para los
padres.
Si no tenemos bien
claro que nuestra misión es educar a nuestros hijos y amarlos
profundamente, todo lo que pasa a nuestros alrededor (el
trabajo, la propia rutina, los temas personales, las diversiones, etc.) nos
distrae y dejamos de lado a quienes más nos necesitan.
Y tristemente, no pocas veces, los padres empezamos a considerar a nuestros hijos adolescentes como un
problema o como un estorbo.
En qué momento pasamos de llamar a nuestros hijos con tanta ternura, de celebrar cada logro por más
insignificante como si fuera el logro más increíble, a la crítica dura y
a la desatención.
Pareciera que a medida que
nuestros hijos van creciendo, sobre todo en la adolescencia, concentramos
nuestros esfuerzos en la crítica.
LA ADOLESCENCIA ES UNA OPORTUNIDAD PARA AFIANZAR EL AMOR
La adolescencia de nuestros
hijos es para nosotros los padres una oportunidad de afianzar ese amor y
esa seguridad que les hemos sembrado en el corazón desde niños.
Es también momento de
cosechar aquello que hemos enseñado y es momento para ser más
consecuente que nunca en esas enseñanzas.
Respetar el espacio de un adolescente no significa desaparecer y dejarlo solo. He
ahí la paradoja, ellos
quieren que ya no estemos, pero al mismo tiempo reclaman nuestra presencia.
Es aquí cuando nuestros años y nuestra experiencia tienen que salir para reinventar formas distintas
de comunicarnos, formas
distintas de amar.
No abandonemos, escuchemos los consejos. Así nuestros hijos nos pidan que nos hagamos a un lado,
permanezcamos, siempre atentos, de una manera más astuta.
Demos un paso atrás si quieres, estemos tras bambalinas, que no noten tu presencia «intrusiva»
(siéntate en la última
fila, etc.) pero no los dejes solos.
NO
DEJEMOS SOLOS A NUESTROS ADOLESCENTES
Hoy más que nunca, no
podemos dejar a nuestros adolescentes solos, sintiendo que son
ellos contra el mundo, mirando a los adultos con desconfianza.
Que nuestros hijos sepan,
en medio de sus contradicciones, que sus padres estarán a su lado siempre. Que
son ellos a la primera persona a la que pueden recurrir en busca de ayuda y
consejo.
Y finalmente, lo más importante. La oración constante por nuestros hijos. Recemos para que el
Espíritu Santo nos otorgue los dones necesarios para el cuidado y crianza de
nuestros hijos. Aquí les dejamos como ayuda esta oración:
ORACIÓN POR LOS HIJOS
Señor, Padre todopoderoso, te damos gracias por habernos dado estos hijos.
Es una alegría para nosotros, y las preocupaciones, temores y fatigas que nos
cuestan, las aceptamos con serenidad.
Ayúdanos a amarlos sinceramente.
A través nuestro has hecho surgir vida; desde toda la eternidad tú los conocías
y amabas.
Danos sabiduría para guiarlos paciencia para instruirlos vigilancia para
acostumbrarlos al bien mediante nuestro ejemplo.
Fortalece nuestro amor para corregirlos y hacerlos más buenos.
Es tan difícil a veces comprenderlos ser como ellos nos desean, ayudarlos a
hacer su camino.
Enséñanos tú Padre bueno por los méritos de Jesús tu Hijo y Señor nuestro. Amén
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