Lo
mejor para clausurar bien un año y saludar con amor y júbilo el próximo año es
agradecer, sanar, soltar y cerrar ciclos con la ayuda del perdón y la
aceptación. No necesitas cucos amarillos ni uvas.
En un espacio calmado escribe en una hoja tu plegaria de gratitud
por todo, incluso lo “malo” que vino para aprender algo valioso. No hay
problemas, hay aprendizajes necesarios. "Agradecer" es agrado de tu
ser. Un buen propósito para el año nuevo: “Daré gracias sin cesar”.
Al
escribir ves todo más claro y no olvidas nada. Ese escrito
puedes guardarlo para animarte en tiempos aciagos.
Haz
luego una lista de lo oscuro: odios, culpas iras, agravios o tristezas que
eliges soltar con aceptación serena y perdón sincero a los demás y a ti mism@. El odio contamina
y el perdón regala paz.
Ganas
al sanar las heridas del ayer y así no inicias un nuevo
año con las espinas y punzadas del pasado. ¡Date ese gran regalo!
Si
no cierras ciclos con amor y paz, es imposible que tu vida y tus relaciones
fluyan. El agua estancada se pudre.
Haz el ritual de quemar esa hoja mientras decretas con fe: “Dios mío, perdono y me perdono;
suelto todo lo que me ata para poder volar libre y feliz”.
Hoy o después deposita esa hoja acaso en forma
de barquito para que se vaya con el agua de un río mientras gritas animos@: “Me libero, suelto y sano.
Gracias, amado Dios”.
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