En
el Tour de Francia o en cualquier evento deportivo es fácil conocer la fe, el
compromiso y la paciencia de los competidores.
Sin un asomo de duda se sabe que los primeros tienen resiliencia
y brillan en pasión, disciplina, fe y dedicación. Valores y hábitos que,
obvio, no echaron raíces en 21 días, como errónea e ingenuamente se afirma por
ahí.
Se ha comprobado que un triunfador en cualquier campo le ha dedicado a
su propósito al menos unas 10 mil horas durante su vida.
En sus entrevistas los deportistas
descollantes afirman que todos
los días necesitan entrenar unas 7 horas diarias.
Se cuenta que Tomás Alva Edison atribuyó sus inventos al poder de estas
3D: Deseo, dedicación, disciplina.
Pero ellas solo dan buenos frutos cuando se han convertido en
hábitos a través de una
repetición constante y paciente.
Esperar
que un hábito se instale en tu ser en 21 días es como querer que en tan breve
tiempo un arbusto se convierta en una fuerte ceiba.
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