Al
igual que el alma para los hindús, los vasos desechables de plástico nacen una
y otra vez en Dharavi, un barrio pobre de Mumbai. En un espiral sin fin,
los vasos son desechados, recolectados, reconvertidos en polipropileno y
prensados de nuevo con cualquier otra forma. El reciclaje es una de las mayores
industrias de los barrios pobres. Miles de toneladas de chatarra de plástico, metal, papel, algodón,
jabón y vidrio llegan a Dharavi cada día.
Registrar la basura se ha vuelto el modo de vida de miles de personas, que
aprovechan el valor de los desperdicios de la sociedad. Aproximadamente,
las seis mil toneladas de basura que produce Mumbai a diario constituyen el
sostén de 30 mil personas.
Para un devoto hindú de la casta inferior, el proceso de
reciclaje debe ofrecer mucho solaz, porque, tras todos sus giros, los bienes
descartados regresan renovados. En el primer giro de la rueda está Ravi, que le
vende lo que ha recolectado durante todo el día (un saco lleno de papel y
plástico) a un centro de acopio de basura. Ravi, de 35 años de edad, tiene poco
cabello y los dientes picados.
Dado
que cada kilo de envases de plástico cuestan cerca de 20 rupias (US$ 0,50),
Ravi hace entre 50 y 100 rupias al día. De este modo logra enviarle
1.200 rupias mensuales a su hermana menor en Nagpur. No ha estado en casa ni la
ha visto desde que huyó de su hogar cuando era un niño. Explica este acto de
desprendimiento del siguiente modo: “Ella es mi única familia”. Más tarde, el
centro de acopio venderá por 25 rupias el kilo los desperdicios de Ravi a un
centro de clasificación. Y la rueda del reciclaje empieza de nuevo.
NOTA: Y PENSAR QUE OTROS NADAN EN LA ABUNDANCIA
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