Nuestra ignorancia sobre la muerte y el
duelo aumentan la pena cuando nos aferramos a creencias erróneas:
Nos dicen
que llorar frena al ser amado. Falso.
Hay que llorar para liberar el dolor y la tristeza.
Nos educan para ir al cementerio donde energía densa y conexión
con la muerte, no con la vida.
Se guardan las cenizas en la casa, un apego que frena el duelo o
lo congela.
Es bien
dañino.
Culpamos a Dios: "Él se lo llevó o
me lo quitó" y
peleamos con él cuando más lo necesitamos.
Dios no se lleva a nadie y cada
espíritu parte cuando debe ser
según un Plan de vida que
uno traza con los ángeles.
Hablamos
del difunto en pasado: "como
era de bueno", sin saber que sigue siendo bueno, porque sigue vivo en otro plano.
No buscamos ayuda en el duelo y eso nos impide procesarlo y encontrar nuevas razones para
vivir.
Lee el libro "Muerte, un paso a la vida.
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