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¿QUÉ ESTOY HACIENDO Y PARA QUÉ?


Aprende a cerrar tus ojos, juntar las manos, estar en silencio y sentir la amorosa presencia del Padre.

Percibes un cambio positivo cuando eliges iniciar y cerrar el día con ese ritual pacificador.

Y sienta mayor paz si pones una música relajante y, al mismo tiempo, aspiras el aroma de un buen incienso.

Son ayudas para calmar tus ansias, sosegarte, reencontrar la confianza y renovar el entusiasmo.

La oración diaria aleja las insidias y trae paz cuando sólo deseas hacer la voluntad del Padre.

La razón siempre inventa excusas fabulosas para alejarnos de la luz y mostrar como recto lo torcido.

Por eso busca el plan divino con preguntas sabias:
¿qué estoy haciendo? ¿Por qué y para qué?

Siempre estarás bien si la respuesta te lleva a Dios, no a buscar la aprobación de los demás.

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