Un devoto le dijo a su Guía espiritual que quería hacer una
larga peregrinación al santuario de su credo.
El Guía le preguntó:
- ¿Por qué necesitas ir a ese lugar?
- Para ver a Dios.
- Dame todo el dinero que
piensas llevar para el viaje.
El devoto se lo entregó y
el Guía fue con él a un hospicio y lo dio para los pobres.
- Sé que allá en ese
templo ibas a hacer muchas inclinaciones, hazlas aquí delante de estos
menesterosos.
El buen hombre lo hizo y se inclinó reverente ante los ancianos
y los pobres que allí moraban.
- Ahora sí has conseguido
lo que te proponías, porque has visto a Dios y lo has amado. Y escucha algo:
Si quieres visita un santuario, pero Dios está más en los otros
que entre las paredes de un templo.
Él vive en el corazón
humano y nunca se va.
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