Laura era una adolescente que estaba
muriendo de una rara enfermedad de la que su hermano se había recuperado años
atrás.
El
médico dijo al niño: “Solo
una transfusión de tu sangre puede salvar la vida de tu hermana. ¿Estás
dispuesto a dársela?”.
Los
ojos de Mateo reflejaron verdadero pavor. Dudó por unos instantes, y finalmente
dijo:
- “De acuerdo, doctor: lo haré”.
Una
hora después de realizada la transfusión, el pequeño preguntó indeciso y
nervioso:
- “Dígame, doctor, ¿cuándo voy a
morir?”.
Solo
entonces comprendió el doctor el momentáneo pavor que había detectado en los
ojos de Mateo:
Creía que, al dar su sangre, iba
también a dar la vida por su amada hermana.
Quien ama de verdad, da más que cosas,
se da a sí mismo.
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