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¿CÓMO SIMPLIFICAR LAS DECISIONES COTIDIANAS?

 

Las decisiones cotidianas son unas grandes ladronas de tiempo. Por eso, hoy queremos hablar de cómo gestionarlas para que no tengan este efecto en tu vida.

¡Vamos con ello!

 Pautas para simplificar las decisiones cotidianas

Simplificando solemos ganar. Dicho de otro modo, todos corremos el peligro de invertir nuestra energía de una manera un tanto torpe, de dejarnos demasiado en decisiones cotidianas que en realidad son triviales. Pensemos que nuestros recursos no dejan de ser limitados.

 A veces no se nota, pero las decisiones cotidianas también provocan algún grado de estrés. Unas veces porque somos conscientes de que les están restando tiempo a otros aspectos de mayor relevancia y otras porque crean preocupaciones que se hacen nuestra sombra.

 

Existen algunas reglas y pautas para que todo esto se simplifique. Lo ideal es limpiar el camino de pequeños problemas, para que se puedan emplear los esfuerzos en aquello que lo amerite. ¿Cómo abordar esas decisiones cotidianas de manera fluida y eficaz? Los siguientes consejos pueden ayudar.

 “El misterio nos asedia, y justamente lo que vemos y hacemos todos los días es lo que oculta la mayor suma de misterios”. -Henri-Frédéric Amiel-

 Tres reglas de oro para simplificar las decisiones cotidianas

Hay algunas reglas que son válidas para la mayoría de las situaciones. Desde la compra de abastos hasta la organización de los tiempos. Son sencillas y se basan en el sentido común.

 Las tres reglas de oro para simplificar las decisiones cotidianas son las siguientes.

 1. Identificar y sistematizar las decisiones recurrentes

Con frecuencia, pasando de manera recurrente por la misma encrucijada nos paramos en ella una y otra vez. Por ejemplo, ¿qué voy a ponerme hoy? ¿Qué cena voy a preparar esta noche? Hay muchas situaciones que podrían ajustarse a este marco.

Lo más adecuado es precisar cuáles son estas decisiones recurrentes. Después, tomarnos un tiempo para sistematizar la solución. Decidir al principio de semana qué nos pondremos cada día o qué comeremos puede ahorrarnos mucha energía después.

 

2. Planificación y previsión

Esto tiene que ver, sobre todo, con el aprovisionamiento en primera instancia. Es importante tener claro qué se usa frecuentemente y resulta muy importante o indispensable para la cotidianidad. Además de los alimentos, también medicamentos, útiles, etc. La idea es tener siempre una reserva de estos para no tener que gastar tiempo comprándolos de urgencia.

Lo mismo vale para esas acciones que se realizan semana a semana o mes a mes, como pagar las cuentas o controlar el presupuesto. Lo indicado es reservar un momento al día, a la semana o al mes para hacer esto, en lugar de realizarlo de forma aleatoria y desorganizada.

 3. La regla de la comida

Alimentarnos es una necesidad básica, y por lo tanto común. Todos los días tenemos que resolver cómo vamos a alimentarnos. Si no se come fuera, esto implica asumir la preparación diaria de los alimentos. Es algo que suele quitar tiempo y energía.

La regla de oro en este caso dice lo siguiente: ninguna comida debe tomar más tiempo para prepararse del que se invertirá comiéndola. En promedio esto supone unos 15 minutos. ¿Cómo lograrlo? La regla dice que, si se fija ese límite, poco a poco se logra ajustar los tiempos.

 Otras ideas que podemos tener en cuenta

Para aplicar las medidas descritas con éxito y conseguir el resultado que buscamos, existen también algunas propuestas útiles. Serían las siguientes:

 Las reglas no están hechas para encajonar el pensamiento, sino para guiar la acción. Por eso mismo, no se deben tomar como una camisa de fuerza. Si una regla no parece funcional para un momento específico, lo indicado es ignorarla.

Las reglas mejoran las decisiones, pero no las hacen perfectas. Si bien estas reglas ayudan a simplificar las decisiones cotidianas, no es menos cierto que en ocasiones puntuales puede hacernos gastar más energía. Por ejemplo, cuando programamos nuestra indumentaria para la semana y el martes nuestro superior nos llena la agenda de actos formales que no esperábamos.

Las reglas funcionan mejor cuando somos un poco flexibles a la hora de aplicarlas. Por otro lado, si funcionan, perfecto. Si no, hay que revisarlas. Cada uno, en sus circunstancias, tiene la responsabilidad final de valorar qué le aportan.

No deben requerir de fuerza de voluntad. Si en verdad son funcionales, no tendrían por qué exigir fuerza de voluntad para cumplirlas. Si la requieren, se deben revisar.

El objetivo de estas claves para simplificar las decisiones cotidianas es hacer más fácil la vida, por la vía de organizar mejor las ideas. Más allá de ello, ayudan a crear conciencia sobre esos asuntos triviales, por donde terminamos perdiendo uno de los recursos más valiosos con los que contamos: el tiempo.


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