Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida, porque nunca me diste ni
esperanza fallida ni trabajo injusto, ni pena inmerecida.
Porque veo al final de mi rudo camino que yo fui el arquitecto de mi
propio destino; que si extraje la hiel o
la miel de las cosas, fue porque en ellas puse hiel, o mieles sabrosas.
Cuando planté rosales coseché siempre rosas. Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno, mas tu no me dijiste que el
verano fuese eterno.
Hallé sin duda largas las noches de mis penas, mas no prometiste tan solo noches buenas. En cambio tuve otras santamente
serenas.
¡Amé, fui amado! ¡El sol
acarició mi faz! ¡Vida,
nada me debes! ¡Vida, nada te debo!
¡Vida, estamos en paz!
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