Cuando dejamos atrás la infancia y la adolescencia,
ya nuestros pasos dejan de estar bajo la dirección de nuestros padres y nos
encontramos con que tenemos que decidir por nuestra cuenta hacia dónde los
encaminamos. Es entonces que nos asaltan las primeras dudas, que no nos
abandonarán por el resto de nuestra vida.
¿Cómo
orientarnos en el camino de la vida? Muchas veces resulta difícil, pero sin
embargo debemos hacerlo, debemos tomar una decisión: vamos hacia aquí o hacia
allí.
La esencia de la vida es el movimiento; si algo se
mueve es porque tiene vida. La inmovilidad es sinónimo de muerte, por lo que no
podemos quedarnos inmóviles: tenemos que movernos.
Tenemos que
evaluar cada elemento del que disponemos y determinar qué confianza le vamos a
otorgar. Buscaremos la información que nos falta, ya sea preguntando a otras
personas o investigando en los libros o revistas. Y al final, tendremos que
tomar una decisión.
Esa decisión que
tomes, marcará, en menor o mayor medida, el rumbo de tu vida. Puede ser una
cosa de poca importancia, o algo realmente significativo. Lo que debes darte
cuenta es de que, en gran medida, la orientación que tome tu vida dependerá de
las decisiones que hagas.
Por supuesto que
pueden ocurrir sucesos fuera de tu control que te obliguen a seguir un
determinado rumbo, acontecimientos en la sociedad o en tu familia que te
coloquen en una situación que tal vez no hubieras elegido. Pero aún en ese
caso, siempre habrá algún aspecto en el cual puedas y tengas que ejercer tu
decisión personal.
Gran parte de lo
que te ocurre cae dentro de tu capacidad de decisión. Si renuncias a tomar el
control en aquellos casos en que sí puedes hacerlo, también estás tomando una
decisión: la de dejar que algún otro se ocupe de lo que tú no quieres hacer, es
decir, determinar que será de tu vida.
Decidir es una tarea angustiosa, ya que pocas veces
se tiene la información necesaria o la seguridad de que lo que uno decida podrá
llevarse a cabo. Por eso es que muchas personas escapan a esta responsabilidad,
dejando que el azar u otras personas decidan por ellas. Están en su derecho al
hacerlo, pero después no deben quejarse si las cosas no salieron como querían.
Existen técnicas que te pueden ayudar a que tu
decisión sea mejor. Aprender esas técnicas es, en cierta manera, aprender a
vivir, ya que la vida consiste en eso: en tomar decisiones. Recuerda siempre
que si tú no tomas el control de tu vida, alguien lo hará por ti.
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