Mientras
más piensen los empleados en uno, peores líderes somos. Si nuestros
empleados siempre nos tienen en mente, entonces no somos carismáticos. Al menos
no en un buen sentido. No
somos líderes sino "reyes". Cuando este es el caso, los estándares de la compañía no
se convierten en prioridades para los empleados. Cuando somos como
reyes, ¿qué más les puede interesar a los empleados? Véase en el siguiente
espejo:
1. ¿Qué preguntas hace? ¿Qué es lo más importante para el
negocio y, por tanto, para el equipo? ¿Es ese el centro de sus preguntas?
¿Revisa con frecuencia si sus empleados necesitan ayuda? Las preguntas que
nos hacemos con regularidad indican nuestras verdaderas prioridades.
2. ¿Qué lo energiza? Piense en lo que con más seguridad lo
molesta o frustra. Cuando decimos que nuestra prioridad es la calidad, pero nos
molestamos con los retrasos, le
estamos enviando al personal la señal de que es mejor no preguntar.
3. ¿Qué ejemplo damos? Por ejemplo, si su prioridad es
amoldarse a su jefe para obtener beneficios, los empleados harán lo mismo. Cuando le escondemos una mala
noticia al jefe, los empleados asumen que ocuparse de la información es más
importante que ocuparse de las operaciones.
Los
empleados deberían pensar en la productividad, la calidad, las relaciones, los
objetivos, etc. En pocas palabras, deberían pensar en hacer bien su trabajo.
Cuando somos buenos líderes, los
empleados casi nunca piensan en nosotros. No lo necesitan porque nuestra
sombra se ajusta perfectamente a los objetivos y valores del negocio.
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