No es fácil brindar ayuda. Al hacerlo sin sapiencia, es frecuente
interferir en lo que otra persona necesita aprender.
Ella elige hacerlo con dolor porque no ha
querido aprender con amor.
Un buen número de “ayudas” no lo son tales y hacen daño.
En ocasiones el ego orgulloso te mueve a ayudar y
te jactas “yo tan bueno que le ayudo a todos”.
En otras ocasiones aquel a quien apoyas se te recuesta para que lo
mantengas y no asume responsabilidad por sus actos y por su vida.
Cuando te vuelves cojín se te recuestan. Si te
pones de tapete, pues te pasan por encima. Despierta, ámate y, sin culparte di NO.
Peor cuando ayudas sin saber cómo: un amigo te habla de sus
problemas como casado y le dices “sepárate”. ¿Eres terapeuta de parejas? Seguro que no.
Entonces ¿Por qué te entrometes de esa manera sin saber?
Algo más: Es común hacer por otro lo que él
puede y debe hacer. Hay
tantas cosas por aprender y por desaprender.
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