La
soberbia nunca es una buena consejera, antes bien, es fuente de pésimas
decisiones y agorera de fatalidades.
Los ejemplos abundan y en universidades y
empresas debían analizar
hechos como el de la naviera británica White Star.
Sus dueños, dos millonarios arrogantes,
decidieron competir con su rival la Cunnard, con base en el tamaño y el lujo.
A expensas de esos dos objetivos, sacrificaron lo prioritario:
capacidad de maniobra y seguridad de tres naves colosales. Estamos
hablando del Olympic, el Titanic y el Britannic, cada uno ligado a colisiones y
naufragios por grandes y por lentos.
El
Olympic causó terribles daños en varias ocasiones y el Titanic tuvo un trágico
destino en su primera travesía de 1912.
Pero
la soberbia enceguece y esa tragedia no produjo cambios efectivos en el
Britannic, apenas en construcción: Una mina lo llevó al
fondo del mar en 1916, cerca de Grecia, en solo 50 minutos.
¿Tienes
buenas prioridades? ¿Eres humilde?
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