Al ego orgulloso le fascina destacarse, imponerse, tener la razón,
someter, manipular y nunca ceder.
Por lo mismo, sabe infundir temor, es analfabeto en el amor, y
sus malas relaciones jamás le dan felicidad.
Tú te amas cuando actúas con humildad, no te ves
como superior a nadie y
tratas a todos con bondad y amabilidad.
Jeshua y su amada madre María siempre
actuaron con una atrayente
humildad y le dieron prioridad al amor. No sabían presumir.
El orgullo puede brindarte triunfos pasajeros,
pero son como el brillo momentáneo de los juegos pirotécnicos. Al final solo
hay humo.
Ahora bien, humildad no es rebajarte o negar tus talentos, es ser
bien consciente de tus capacidades y tus debilidades.
Un sabio le dijo hace tiempos a sus
discípulos mientras les enseñaba sentados en una hermosa playa:
El mar es más grande, inmenso y valioso que los ríos que le dan su agua porque está debajo y no encima de ellos.
El mar es más grande, inmenso y valioso que los ríos que le dan su agua porque está debajo y no encima de ellos.
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