Puesto que apliqué mis labios a tu copa llena aún,
y puse
entre tus manos mi pálida frente;
puesto que alguna vez pude respirar el dulce aliento
de
tu alma, perfume escondido en la sombra.
Puesto que me fue concedido escuchar de ti
las
palabras en que se derrama el corazón misterioso;
ya que he visto llorar, ya que he visto sonreír,
tu
boca sobre mi boca, tus ojos en mis ojos.
Ya
que he visto brillar sobre mi cabeza ilusionada
un
rayo de tu estrella, ¡ay!, siempre velada.
Ya que he visto caer en las ondas de mi vida
un pétalo de rosa arrancado a tus días,
puedo decir ahora a los veloces años:
¡Pasad! ¡Seguid pasando! ¡Yo no envejeceré más!
Idos todos con todas nuestras flores marchitas,
tengo
en mi álbum una flor que nadie puede cortar.
vuestras alas, al rozarlo, no podrán derramar
el vaso en que ahora bebo y que tengo bien lleno.
Mi
alma tiene más fuego que vosotros ceniza.
Mi
corazón tiene más amor que vosotros olvido.
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