Un monje andariego se sentó
en Tailandia a meditar. Junto a una ceiba encontró un precioso y costoso
diamante, y lo guardó en su talega.
Un día se encontró con un viajero y, al abrir su talega para compartir
con él sus provisiones, el
viajero vio la joya y se la pidió. El monje se la dio sin más.
El viajero le dio las
gracias y marchó lleno de gozo con aquel regalo que bastaría para darle riqueza y seguridad
el resto de sus días.
Sin embargo, se puso a pensar: ¿Por qué ese monje se ha desprendido con tanta facilidad
de tan costosa joya?
Examinó su vida, buceó en su interior, pensó en lo que en realidad tiene valor en la existencia
y estuvo varios días meditando.
Entonces averiguó por ese monje, fue a buscarlo, lo encontró, le devolvió el diamante y le
suplicó: "Ahora te ruego que me des algo de mucho más valor que esta
joya, dame, por favor, lo que te permitió desprenderte de ella".
Nota. Dijo un sabio: Todo es pasajero y lo único que te llevas al morir
es el amor que eres y que irradias.
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