Hay
pocos nubarrones en tu cielo si te dedicas con determinación a pulverizar las
dudas y alejas los miedos.
La clave está en acrecentar día a día la confianza en ti, en Dios, y apoyarte en una fe inquebrantable.
La
fe crece con actos de fe así
como una catedral se levanta ladrillo por ladrillo, con paciencia y entrega.
Valora tu diálogo interno y aprovecha el
poder de las afirmaciones persistentes:
Creo, valgo mucho, soy capaz, sí se puede, lo voy a lograr, Dios está conmigo, Dios es mi fuerza.
Creo, valgo mucho, soy capaz, sí se puede, lo voy a lograr, Dios está conmigo, Dios es mi fuerza.
Convierte esas frases en una especie de
anclaje al repetirlas sin cesar con profunda convicción.
La
fe es una planta que requiere agua y cuidados: buenas lecturas, contacto con Dios, buenos modelos.
La
fe es la fuerza de tu vida. Siempre puedes hacer mucho más de lo que crees.
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