Hace un par de años se publicó un estudio científico en
el que se mostró que la respiración afecta los estados mentales, sugiriendo una
correlación entre el ritmo respiratorio y estados emocionales. Esto
ciertamente no es una sorpresa para nadie, y menos aún para las tradiciones
contemplativas orientales que llevan milenios basando sus enseñanzas en la estrecha relación entre la
mente y el aliento, o entre citta y prana (y numerosos otros nombres con
los que se conoce a la mente y al aire o a la energía sutil del aliento).
La meditación y el yoga son a grandes rasgos sinónimos,
pues el objetivo de la meditación puede considerarse una forma de yoga,
el samadhi, la unión correcta con el objeto meditativo y el último eslabón del yoga es
justamente el estado meditativo perfecto, el samadhi (y todas las asanas
no son más que medios para hacer al cuerpo manso y ligero para que pueda
estabilizarse meditando). Son estas las disciplinas que buscan hacer más calmada y más clara la mente,
o lo que el venerable Dhammadipa llama "la ciencia del samadhi".
La ciencia del samadhi en la tradición budista es
fundamentalmente el shamata o la pacificación de la mente. Este es el
principio del sendero contemplativo y la herramienta básica de todo meditador. Ahora bien,
tanto las tradiciones budistas como hindúes (y no sólo éstas) enseñan que la forma de cultivar
la mente en la meditación es adhiriéndola a un objeto, haciendo que se
mantenga en el mismo objeto. Esto es lo que significa smrti o sati, los
términos que actualmente han sido traducidos como mindfulness, la atención
plena, otro sinónimo más de la meditación.
Y el objeto
primordial al que se enseña adherir la mente -lo que debe de recordar siempre-
es el aliento, la inhalación y la exhalación.
La respiración es el objeto de atención por excelencia
justamente por su estrecha interdependencia con la mente. Se podría decir que la respiración es la bisagra o
el punto de unión e inflexión entre la mente y el cuerpo.
Se dice famosamente que "la mente cabalga el caballo del
aliento", es decir, la mente va adónde vaya la respiración. Para el
budismo esto es literalmente cierto; el cuerpo es entendido como el resultado
del karma, esto es, de nuestros actos intencionales, pero en un sentido
anatómico es la coagulación de los vientos sutiles que se condensan, se vuelven
más gruesos y pesados, pero cuya esencia no es más que la mente. El cuerpo es entonces sólo
proceso cognitivo, sin centro ni sustancia, que se reifica debido al apego y a
la identificación.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Por favor, escriba aquí sus comentarios