Lista de «Cosas que arruinaron mi matrimonio».
1.
NO DEJES DE DARLE LA MANO
Cuando empecé a salir con la mujer con la que acabé
casándome, siempre la tomaba de la mano. En el coche. Cuando caminábamos.
Durante la comida. En el cine. Donde fuera. Con el tiempo, dejé de hacerlo. Me
inventaba excusas como que tenía la mano muy caliente o que me hacía sudar, o
que me incomodaba ir de la mano en público. Lo cierto es que dejé de darle la
mano porque dejé de querer esforzarme para estar cerca de mi esposa. Esa fue la
única razón.
SI TUVIERA OTRA OPORTUNIDAD: le daría la mano dentro del
auto. Le daría la mano encima de un astro. Le daría la mano en una mazmorra. Le
daría la mano con una zorra. Y le daría la mano en cualquier otro sitio,
también, aun cuando en ese preciso instante no nos gustásemos mucho.
¡EXTRA! Si se dan la mano en invierno, no se les queda
fría. Verdad verdadera.
2.
NO DEJES DE INTENTAR SER ATRACTIVO.
Obviamente cuando estaba intentando impresionarla me
ponía lo más guapo posible cada vez que la iba a ver. Siempre tenía la barba
arreglada. Siempre olía bien. Me aguantaba los pedos hasta que ella no
estuviera. Por algún motivo, estar casado me hizo sentir que podía dejar de
hacer todo eso. Me acicalaba bien, olía bien, y me ponía ropa bonita siempre
íbamos a algún lado o salía yo solo, pero pocas veces o nunca me preocupaba de
estar atractivo solo para ella.
SI TUVIERA OTRA OPORTUNIDAD: intentaría esforzarme al
máximo para causar buena impresión durante todo nuestro matrimonio. Esperaría a
estar en el baño para soltar los pedos, siempre que fuera posible. Intentaría
estar deseable para que ella me desease.
¡EXTRA! Adivina lo que pasa cuando te recortas el vello
masculino. Te devuelve el favor.
3.
NO SEÑALES SUS DEFECTOS SIEMPRE.
Por algún motivo, siempre llegaba un punto en el que
acababa creyendo que tenía que decirle en qué fallaba y en qué podía mejorar.
De seguro que eso no lo hacía cuando estábamos saliendo. No, cuando salíamos
solo le daba confianza en sí misma, le decía lo fantástica que era, y me
resultaba fácil ver más allá de sus defectos. Pero después de casados, a veces
ella no podía ni hacer unos huevos sin que yo le dijera cómo podía mejorar.
SI TUVIERA OTRA OPORTUNIDAD: no diría nada que en mi opinión pudiera mejorarse. He aprendido desde que mi matrimonio
acabó que hay más de una forma correcta de hacer casi todo, y que las
imperfecciones de los demás son demasiado bonitas como para intentar
cambiarlas.
¡EXTRA! Si le dices lo que hace bien, ella te dirá a ti
lo que tú haces bien. Y se lo dirá a sus amigos. Y a su familia. Y al dentista.
Y hasta a gente desconocida por la calle.
4.
NO DEJES DE COCINAR PARA ELLA.
Yo sabía cómo impresionar a una chica, claro. El broche
de oro era una noche en casa, cocinarle un buen menú y pasar una velada
romántica. ¿Por qué, entonces, deje de hacer eso por ella después de casados?
Sí, claro, metía una sopa de lata en el microondas, o freía unas chimichangas
de vez en cuando, pero casi nunca o nunca me esforzaba por hacerla caer en mis
brazos cuando ya estábamos casados, con unas patas de cangrejo al vapor, o un
plato de pasta sofisticado, o una mesa iluminada por velas.
SI TUVIERA OTRA OPORTUNIDAD: me pondría como prioridad
cocinar para ella, y solo para ella, algo estupendo al menos una vez al mes. Y
recordaría que la carne de lata nunca es estupenda.
¡EXTRA! Una cena a la luz de las velas suele derivar en
bow chica bow-bow a la luz de las velas.
5.
NO GRITES A TU CÓNYUGE.
No me refiero a los gritos de enfado. Me refiero a los
gritos de pereza. Los gritos de cuando no quieres separarte del programa de
televisión que estás viendo o no quieres subir TODA LA ESCALERA hasta el piso
de arriba para preguntarle si ha visto tus llaves. No cuesta tanto esfuerzo ir
a buscarla, y gritar (por naturaleza) suena exigente y autoritario.
SI TUVIERA OTRA OPORTUNIDAD: iría a buscarla siempre que
necesitase algo o quisiera saber algo, y lo haría con educación y
agradecimiento. Yo siempre odiaba que ella me gritara a mí, así que, ¿por qué
me parecía correcto gritarle a ella?
¡EXTRA! A veces la encuentras haciendo algo adorable que
de otra forma te habrías perdido.
6.
NO INSULTES.
Siempre me creí el rey de no insultar, pero no lo era.
Puede que no la llamara estúpida, o idiota, o algunos de los insultos que ella
me dedicaba a veces, pero sí le decía que era una cabezota, o imposible, o que
era de trato demasiado difícil. Los insultos son insultos, y usarlos solo
creará más diferencias comunicativas que casi cualquier otra cosa.
SI TUVIERA OTRA OPORTUNIDAD: cuando llegase al punto de
querer insultarla, me tomaría un tiempo para retomar la conversación después. O
mejor aún, utilizaría insultos, pero solo del tipo de«super sexi» o
«sensualidad». Aunque estuviera alterado en ese momento.
¡EXTRA! Te llamará cosas en sitios mejores. Como en la
cama.
7.
NO SEAS TACAÑO CON EL DINERO.
Como principal sustentador del hogar, siempre era muy
tacaño con el dinero. Me quejaba de lo que costaba su champú o de que no
pidiera agua en los restaurantes, o de que gastara tanto dinero en cosas como
pedicuras o teñirse el pelo. En serio. Yo siempre tenía tantas cosas como ella
o más en las que gastar dinero, y al final el dinero se gastaba, estábamos
perfectamente, y lo único que conseguía con mis gimoteos y mis críticas era
generar una tensión innecesaria en la relación.
SI TUVIERA OTRA OPORTUNIDAD: le diría que confío en ella
para comprar lo que quiera cuando piense que lo necesita. Y, a continuación,
confiaría realmente en ella.
¡EXTRA! A veces tomará malas decisiones como consumidora,
lo cual lleva a decisiones de comprar maquillaje. Como ese nuevo gadget al que
tú le has echado el ojo.
8.
NO DISCUTÁIS DELANTE DE LOS NIÑOS
Nunca hubo una discusión que fuese tan importante o
urgente que no pudiera esperar a que los niños no estuvieran delante. Creo que
no hay que ser un premio Nobel o un psicólogo brillante para saber por qué
¡discutir delante de los niños es una solución peligrosa y egoísta.
SI TUVIERA OTRA OPORTUNIDAD: nunca, jamás, ni por una vez
discutiría delante de los niños, da igual lo importante o trivial que fuera el
problema. A lo mejor inventaría una contraseña que significase «con los niños
aquí, no».
¡EXTRA! Cuando esperan para discutir, suelen darse cuenta
los dos de lo estúpido o poco importante que era la pelea, y al final no hay
discusión.
9.
NO SE ANIMEN MUTUAMENTE A DEJAR DE HACER EJERCICIO.
Siempre creí que era amor decirle a mi esposa: «No me
importa si no te cuidas. No me importa si no haces ejercicio. No me importa si
descuidas tu figura.» Pero era mentira, y era mentira cuando ella me lo decía a
mí, porque lo cierto es que sí nos importaba, y ojalá nos hubiéramos dicho
siempre lo atractivos y buenos que estábamos siempre que íbamos a hacer
ejercicio o algo para estar más sanos.
SI TUVIERA OTRA OPORTUNIDAD: le pediría que me dijese que
le importa. Le pediría que me animase a ir al gimnasio. Le pediría que me
recordase mis objetivos y me dijese que tengo la fuerza suficiente para
perseguirlos.
¡EXTRA! El ejercicio aporta endorfinas. Las endorfinas te
hacen feliz. Y la gente feliz no mata a otras personas. (¡Adivinen la
película!)
10.
NO HAGAS CACA CON LA PUERTA DEL BAÑO ABIERTA.
No sé por qué, pero en algún momento empecé a pensar que
estaba bien hacer caca con la puerta del baño abierta, y ella también. Para
empezar, es asqueroso. Y además hace que todo apeste. En tercer lugar, no hay
ningún caso en el que hacer caca sea atractivo, así que cuando me veía hacerlo,
aunque fuera de una forma casi imperceptible, debía verme un poco menos
atractivo.
SI TUVIERA OTRA OPORTUNIDAD: cerraría la maldita puerta
para hacer caca en privado.
¡EXTRA! Cuando piense en tu cuerpo desnudo, no se lo
imaginará sentado y haciendo esfuerzos.
11.
NO DEJES DE BESARLA.
Siempre llegábamos a un punto en el que más o menos
dejaba de besarla. Normalmente era por el estrés y porque había tensión en la
relación, pero yo lo empeoraba al no querer besarla. Claro, eso solo llevaba a
que ella se sintiera rechazada. Y eso, por supuesto, llevaba a discusiones
sobre el tema. Otras veces tenía mis propios problemas con gérmenes y cosas
así.
SI TUVIERA OTRA OPORTUNIDAD: la besaría por la mañana,
cuando tuviera la cara que tiene la gente por la mañana. La besaría por la
noche cuando hubiera tenido un día largo. La besaría en cualquier momento en
que pensara que en secreto necesitaba un beso. Y la besaría siempre que
aparecieran mis problemas con los gérmenes.
¡EXTRA! Cuando la besas se siente querida. Es suficiente
extra.
12.
NO DEJEN DE PASARLO BIEN JUNTOS.
La edad no debería importar. La capacidad física no
debería importar. Las parejas nunca deben dejar de pasarlo bien juntos, y de
verdad desearía que no nos hubiéramos estancado tantas veces en la rutina sin
apenas salir a hacer nada. Y tengo la experiencia para saber que cuando falta
la diversión, y falta la parte social de la vida, también falta la habilidad
para estar realmente satisfechos el uno con el otro.
SI TUVIERA OTRA OPORTUNIDAD: me inventaría una norma por
la cual nunca nos quedaríamos en casa dos fines de semana seguidos.
¡EXTRA! Las historias y los recuerdos geniales se crean
haciendo cosas geniales. Y también los buenos recuerdos de momentos
embarazosos.
13.
NO SE PRESIONEN
Presionarse el uno al otro por casi cualquier cosa es una
receta para el resentimiento. Siempre sentía que ella me presionaba mucho para
que ganara más dinero. Siempre sentía que me presionaba mucho para que no
cometiera deslices en mi religión. Siempre sentía que me presionaba mucho para
que sintiera las cosas de una manera determinada cuando realmente sentía lo
contrario. Y generalmente acumulaba un gran resentimiento. En retrospectiva,
recuerdo haberla presionado al menos las mismas veces que ella a mí, así que
tengo claro que era un problema bidireccional.
SI TUVIERA OTRA OPORTUNIDAD: me aseguraría de celebrar
las diferencias de opinión, puntos de vista, y su forma de hacer las cosas.
Vería en la diferencia algo bello, no una amenaza.
¡EXTRA! Así sí es posible alcanzar la verdadera
felicidad. Y también verdaderos masajes de pies.
14.
NO LE PONGAN AL OTRO ETIQUETAS NEGATIVAS.
A veces las frases más fáciles de decir en mi matrimonio
empezaban con una de estas tres cosas: «Tendrías que haber», «No eres» o «No
has». Detrás de cada una de ellas siempre parecía venir algo negativo. Y,
¡desde cuándo ayudan a alguien las etiquetas negativas? A ella desde luego no
la ayudaron nunca. Ni a mí. No, lo que hacían más bien era empeorar todavía más
el hecho que hubiera dado lugar a la etiqueta.
SI TUVIERA OTRA OPORTUNIDAD: aprendería a evitar decir
cualquier de esas frases, y las cambiaría por etiquetas positivas. En lugar de
«Tenderías que haber», diría «Se te da genial». En lugar de «No eres», diría
«Eres». En lugar de «No has» diría «Has». Y después continuaría con una idea
positiva.
¡EXTRA! Las conquistas más nobles se vuelven mucho más
alcanzables. Y dejas de pensar o creer que eres un patán; eso está bien.
15.
NO TE SALTES LAS COSAS QUE SON IMPORTANTES PARA ELLA.
En mi matrimonio era muy fácil vetar muchas de las cosas
que a ella le gustaba hacer. Mi argumento era que «podemos buscar cosas que nos
gusten a los dos». Es patético. Siempre habrá cosas que le gusten a ella y que
a mí no me van a gustar nunca, pero ese no es motivo para no darle apoyo. A
veces solo necesita saber que estoy ahí.
SI TUVIERA OTRA OPORTUNIDAD: iría a muchos más de los
eventos a los que me invitaba. Participaría de forma activa en vez explicarle
por qué yo haría las cosas de otra forma o que ese tiempo podría emplearse
mejor o en algo más divertido.
¡EXTRA! Si vas a algo que ella sepa que no te gusta, la
gratitud se amontona después por la noche, como la nata en una tarta de queso.
16.
NO TE DISTANCIES EMOCIONALMENTE DESPUÉS DE DISCUTIR.
Nunca llegué a experimentar el poder del sexo de
reconciliación porque, cada vez que mi esposa era cruel conmigo o discutíamos,
me distanciaba completamente de ella, generalmente durante varios días. Cortaba
toda comunicación y evitaba a toda costa el contacto. Esto nunca permitía
solucionar lo ocurrido, y al final bastantes veces acabé explotando de forma
innecesaria.
SI TUVIERA OTRA OPORTUNIDAD: me permitiría comunicar mis
emociones y sentimientos más a menudo, y me aseguraría de que ella supiese que
la seguía queriendo después de cualquier pelea fuerte. Por supuesto, nos
dejaríamos un poco de espacio. Pero no días de espacio.
¡EXTRA! Un maravilloso sexo de reconciliación. Al menos,
en teoría.
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