La
pereza y, en general, la falta de una adecuada educación de la voluntad,
constituyen una de las más dolorosas formas de pobreza.
Todos
habremos visto a un albañil subido a un andamio cantando alegremente mientras
ponía ladrillos y, junto a él, a otro amargado y con mala
cara, realizando ambos la misma tarea.
O
un conductor de autobús que hace su trabajo con satisfacción y procurando
agradar a los viajeros, y, en su misma ocupación y
condiciones, a otro que trabajando de mala gana y despotricando de todo.
Y lo mismo al acercarse a una ventanilla, a la
barra de un bar, al mostrador de una tienda, o al ir a la peluquería.
Y lo mismo en las aulas. Y lo mismo en la familia. Hay
padres y madres que se recrean en las tareas del hogar y en la educación de sus
hijos, y padres y madres que parece que sólo saben quejarse del trabajo y los
quebraderos de cabeza que les dan sus hijos, que dicen que no pueden más, que
les agota, que se les hace pesado, que no hay quien lo aguante.
Muchas
veces, la raíz de su tristeza y su desgana está en la pereza. En que son personas que se pasan la vida en una lucha -agotadora
lucha, por otra parte- para rehuir el esfuerzo, para encontrar el modo de hacer
menos y que sea otro quien haga las cosas.
El
trabajo, las tareas del hogar, la educación de los hijos... cualquier persona emplea la mayor parte del día en esas tareas, ¿por
qué entonces hacerlas de mala gana?: eso equivaldría a pasarse amargado la
mayor parte de la vida.
Es
verdad que a veces hay problemas, y problemas serios, y se hace todo muy
pesado, y no apetece hacer nada. Pero también es cierto
que, con un nivel de motivos de tristeza bastante parecido, hay gente
habitualmente contenta y gente habitualmente descontenta. Quizá la diferencia esté en la filosofía con que
cada uno se toma la vida.
Se trata de:
- En vez de trabajar con desgana, procurar poner ganas, y ya
acabarán apareciendo satisfacciones en ese trabajo;
- En vez de ver y de hacer ver el trabajo como
una carga pesada, descubrir
en él -entre otras cosas- una forma de realizarse, un motivo de satisfacción y
una oportunidad de servir a los demás (Einstein decía que sólo una vida
vivida por los demás merece la pena ser vivida);
- En vez de estar pensando en la hora de
acabar, procurar esmerarse
en lo que se está haciendo en cada momento;
- En vez de quejarse continuamente y crear un
clima negativo, procurar
poner ilusión y crear alrededor un clima positivo; etcétera.
Muchos
padres dicen que sus hijos son muy perezosos. Perezosos,
dicen, para levantarse,
para estudiar, para llevar a cabo cualquier actividad que no implique
diversión, y a veces incluso hasta para eso. Que todo les cansa, todo les aburre, que no saben pasarlo
bien más que un rato. Que una simple contrariedad les conduce al abatimiento.
Que les resulta difícil hacer frente al ocio,
incluso mantener una afición o un hobby. Que no logran hacer lo que se proponen y eso les hace
sentirse frustrados y estar tristes.
La
pereza y, en general, la falta de una adecuada educación de la voluntad,
constituyen una de las más dolorosas formas de pobreza: porque impiden a
quienes la padecen disfrutar de la vida y recrear su espíritu al nivel que a
nuestra naturaleza humana corresponde.
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