A todos nos atraen esas personas que
dan lo mejor de sí, sea cual sea su origen, su cargo o su condición.
En
ocasiones un portero o una secretaria dejan en uno una huella imborrable por su
entrega y su amabilidad.
Y lo
más interesante es que, pasado
el tiempo, uno recuerda más a esas personas que al gerente o al mismo dueño.
Por eso
lo invito a ponerse la camiseta donde está y dar lo mejor de sí con amor, ánimo y alegría.
El
primer beneficiado es usted mismo y siempre comprueba que la vida le retorna con creces lo que da.
Todo trabajo es valioso y no es el
oficio el que lo dignifica, sino usted quien engrandece el oficio.
Recuerdo
ahora al jardinero de un hotel, apreciado por todos y feliz con su misión de
cuidar las plantas. Deslumbra a los clientes con sus jardines y algunos lo
buscan para darle las gracias.
¡Gracias, Señor, por esos seres tan
especiales!
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