Recuperar la capacidad de la aceptación realista, que tiene que ver con que los idealismos de la juventud ya han aterrizado un poquito, y por lo tanto ahora tenemos una aceptación u poco más realista de la primera vida propia, de lo que me ha tocado en la propia historia, de lo que yo soy y puedo, de lo que quiero, de lo que los otros. Hijo. Por lo tanto, esta aceptación realista también implica muchas cosas en la vida a partir de la aceptación de la propia edad, de las heridas que tengo en mi historia, aceptar todo, que es como el acto de sabiduría esencial que tenemos como para empezar a crecer _
Es lo que más cuesta, además, porque transversaliza todas las dimensiones del ser humano: la aceptación corporal, física, la de la propia historia, la de los límites y los talentos, etc. , está en la raíz de muchísimas patologías sociales y personales, porque no se puede cambiar lo que no se acepta, no se asume.
Cuando no podemos aceptar la realidad comenzamos a disociarnos (el niño pequeño no puede, porque no tiene recursos. Por ejemplo, un niño pequeño no tiene la capacidad de aceptar a un padre violento. Para poder hacerlo tiene que disociarse). Un poeta decía “ Nada muere más lenta y dolorosamente que los sueños ”. Esas idealidades que uno se teje en la juventud van muriendo lentamente y con mucho dolor, y muchas veces nos resistimos a eso, y no hay posibilidad de entrar a ninguna de estas capacidades si no aceptamos la muerte de esos sueños, para que renazcan otros.
Hay que tener en cuenta la diferencia entre “aceptación” y “resignación”.
La resignación es un acto pasivo: 'si soy así, qué voy a hacer': tiene que ver con los brazos cruzados.
La aceptación es un acto libre, creativo, resignificativo, de la propia realidad. Tiene que ver con las manos trabajando en la propia materia maleable de la vida. Es como la base que a su vez tiene correlato en la vida espiritual. La humildad es el cimiento del edificio espiritual y esto tiene que ver con la aceptación. La aceptación es la puerta de la sabiduría. Y nosotros tenemos como ejemplo a Jesús, que al aceptar el aparente fracaso, la derrota, la cruz, la muerte, la soledad de forma limpia, nos proporciona un recurso valiosísimo.
Redescubrir la capacidad vincular, sobre todo a reconquistar aquellas relaciones que se quedaron en el tiempo y que pertenecen a la primera infancia, a la adolescencia, y se quedaron en ese tiempo. Fueron significativos en una determinada etapa de la vida, y luego hubo una gran laguna en la historia. Eso lo reconquisto desde este punto de la vida en el que están las otras personas y que me conectan con la persona que él ha sido pero a la vez me conectan con la persona que soy. Eso es lindo y rico. Es como casi una necesidad natural de ese reencuentro. Todo esto tiene que ver con revivir nuestra propia identidad desde el hoy pero a partir de las personas concretas. No es un recuerdo abstracto, sino que es el otro el que me trae mi propia vida y la proyección de aquello que él fue, y me devuelve la mirada que tenían de mí en aquel momento. Por eso son siempre reuniones llenas de anécdotas. Por debajo de los chistes y las carcajadas se juegan muchas cosas. Son de situaciones de equilibrio donde se produce un trabajo interior. En esos momentos se pueden hablar cosas que en aquel otro momento quedaron sin decir, o no se pudieron elaborar (por ej. ¿vos sabés que yo estaba enamorada perdidamente de vos?, o la inversa ¿sabés que no te tragaba?, o los secretos que en aquel momento no se podrian contar.
Redescubrir la capacidad ocupacional: ha pasado la preocupación de la primera juventud que tiene que ver con las decisiones profesionales, el trabajo, la familia, el proyecto de vida.
Ya han sido opciones: tenés o no tenés trabajo, tenés o no tenés familia, has
decidido tu proyecto de vida. Ahora viene la ocupación, que tiene que ver con
el equilibrio del ocio de este tiempo, donde se puede gozar de la gratuidad de
la existencia, pero también se puede gozar de la laboriosidad desde una acción
que no es simplemente el activismo en el que estamos en la primera etapa de la
vida, sino que es una acción que tiene un ritmo distinto pero igualmente
fecundo. Toda esa energía que se robaba la preocupación ahora tiene
posibilidades de ocupación que puede tener que ver con los vínculos o con las
acciones, o con nuevos proyectos en la
vida. Y eso es también muy rico.
Podemos también recobrar las
capacidades de los grandes sentidos humanos, por ejemplo: recobrar o alimentar
o reeducar el sentido estético, el sentido del humor. Especialmente este
último viene casi como naturalmente: como se ha relativizado todo, incluso
hasta me rio de cosas que antes padecía. Y ese sentido del humor se desarrolla
en toda su gama cromática: el humor rosa, el humor verde, el humor negro, y
esto es importante.
También se recupera el sentido de la fe si lo tenía un poquito empolvado, o se adquiere si no lo tenía. El sentido de la vida en general también se recupera: puedo ya tener respuesta a determinadas preguntas, y también determinadas respuestas pueden generar nuevas preguntas. Me voy haciendo también preguntas acerca del futuro que es cada vez más escaso, pero con un presente que es denso e intenso.
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