Me
he dado cuenta que el amor verdadero, es simplemente imperfecto…
El amor verdadero no siempre será romántico, a veces será
despistado, tal vez enojón y hasta cierto punto, complicado.
Aprendí
que debo dejar de idealizar a quien será el hombre adecuado, al que llamaré
hombre de mi vida, pues es mejor dejar
que la vida me sorprenda, así, sin plan ni medidas.
Ya
no me preocupo por encontrar a aquel
chico que cumpla con los deseos de mi
lista, pues a final de cuentas el amor es sorprendente, descomunal, llega de
pronto y rompe tus esquemas, tus planes, se da naturalmente, sin aviso, sin
advertencia previa.
He dejado de estresarme por encontrar al hombre correcto,
ya no espero al hombre de ensueño, ni al apuesto caballero, sé que ese amor es
casi un cuento, ahora entiendo que amar significa mucho más que eso, para amar
es necesario aceptar los defectos, los errores, aceptar que cada uno tiene
distintos pensamientos.
He
entendido que al amor verdadero, no le basta el exterior, se nutre de sueños,
de ilusión, el amor verdadero se alimenta de sonrisas, de apoyo, de abrazos
caricias, al amor verdadero, no le basta una cara bonita, necesita un alma que
lo impulse, que lo motive cada día.
El
amor odia la rutina, lo desgasta, lo debilita, el amor espera hacer de
la vida, una aventura nueva cada día.
Esto es lo que quiero yo, no busco perfecto, pero si un
amor mejor, quiero coincidir con alguien con quien compartir mis sueños, a
alguien que me corte la respiración de la emoción, que provoque en mi sonrisas
espontaneas, mariposas de mil colores, a alguien que me impulse, que me motive, que me quiera con
ganas.
Y es
que todos merecemos un amor así, un amor que valga la pena, que nos
motive a sonreír, merecemos un amor del bueno, meremos a una persona que se
atreva a dar lo mejor de sí.
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