Cualquier
tiempo pasado no fue mejor, eso es sólo una ficción. Nuestro presente ya basta para
disfrutar plenamente de la vida, y el futuro podría ser tan bueno o mejor si
nos amueblamos bien la mente, si dejamos de quejarnos y nos ponemos a valorar positivamente lo que
poseemos.
La
fuente de la felicidad se halla dentro de nosotros, en nuestra mente, y podemos
acceder a ella siempre que lo deseemos. Para sentirnos bien, tenemos que
fijarnos en lo que poseemos y no en lo que nos falta.
Acabar con todos los miedos
No
hay que tenerle miedo a nada, por, al menos, dos razones:
- En un mundo impermanente como el nuestro, en el que
todos moriremos pronto, nada es realmente dramático.
- Necesitamos muy poco para estar bien, así que
prácticamente cualquier pérdida no tiene por qué afectar a nuestra felicidad.
Si crees profundamente en ello, si te convences de estos
argumentos (u otros), tus miedos van perdiendo fuerza hasta desaparecer.
Ganar autoestima
Yo creo que todos los seres humanos tienen el mismo
valor. Son igualmente bellos y magníficos. Todos tenemos nuestra gran capacidad de amar, que, como
potencialidad, siempre está ahí. El problema de la autoestima se
resuelve dejando de valorar a los demás (y a nosotros mismos) según criterios
distintos a nuestra capacidad de amar.
Liberarse de una autoestima basada en logros o
capacidades es un gran descanso. Uno ya no tiene que demostrar nada a nadie.
Uno puede mostrarse con todos sus fallos y estar orgullosos de uno mismo. Es
más, esa aceptación incondicional de uno mismo y de los demás pasa a ser
nuestra principal cualidad, nuestra principal fuerza.
Nuestra visión de la persona “mala” es que está más bien
enferma, pero podría sanar. Intrínsecamente,
todo el mundo es potencialmente bueno. Por otro lado, todos fuimos niños
encantadores en algún momento de nuestra vida. Y todos tenemos esa semilla de la bondad en nuestro
interior.
En psicología cognitiva aconsejamos a nuestros pacientes
que cuando se topen con alguien que se comporta de forma inadecuada piensen que
se debe al desconocimiento, a la ignorancia, a una enfermedad emocional que le
lleva a comportarse así, pero que en su interior esa persona tiene la
potencialidad de ser una persona muy generosa y valiosa.
Últimas instrucciones
Ya hemos visto las bases teóricas y el método para
desarrollar fortaleza emocional: tenemos que cambiar nuestro diálogo interno,
transformar cada una de nuestras creencias irracionales de forma que, a partir
de ahora, nos neguemos a terribilizar.
Si
conseguimos mirar el mundo a través de unos ojos que no se quejan, que valoran
lo que poseen por encima de lo que no poseen, empezaremos a sentir en
consonancia. Nuestro interior se apaciguará, dejaremos de exigirnos a nosotros
mismos y al mundo, y cada vez experimentaremos más momentos de felicidad.
No es difícil conseguirlo. Se trata de practicar, ensayar
y volver a practicar. En una palabra: de perseverar.
Otro de los puntos importantes de la terapia cognitiva
expuesta aquí es que la persona tiene que saber que va a tener recaídas. Las
recaídas son periodos de vuelta a la depresión, a la ansiedad o a la obsesión
después de semanas o meses de mejora continuada. Las recaídas forman parte del
proceso. Además, suele suceder que después de una recaída, viene una mejora más
pronunciada.
Todo
el mundo tiene la libertad de escoger lo que quiere pensar y cómo desea
conducir su vida, pero nosotros, los psicólogos, tenemos que advertir que
ciertas ideas dogmáticas, infantiles, supersticiosas y exageradas provocan
efectos perniciosos sobre el sistema emocional.
Terribilizar por terribilizar es muy común, más de lo que
podríamos pensar. Sobre todo cuando esa doble terribilización hace referencia a
estar ansioso o deprimido. Es
decir, no nos gusta nada estar ansiosos o deprimidos y no nos permitimos
estarlo. Cuando caemos en los nervios o la tristeza excesiva nos castigamos a
nosotros mismos porque se supone que debemos estar bien.
En
realidad, tendríamos que comprender que somos humanos y que, de vez en cuando,
durante el resto de nuestra vida, fallaremos. En caso de tener una
recaída o un mal día, es
mejor aceptar la situación, no terribilizar por terribilizar, y limitar
los daños retirándonos a dormir o dedicar la jornada a hacer algo más mecánico
y útil.
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