Los
proyectos más ambiciosos a menudo son cuesta arriba, demandan una gran dosis de
sacrificio y perseverancia
Por eso, es comprensible que perdamos la fuerza y el empuje a mitad del camino
Sin embargo, cuando la desmotivación sienta casa, estamos tentados a abandonar
En
ese momento, solo miramos hacia adelante, solo percibimos el camino que
nos falta por recorrer y por eso no nos percatamos del trayecto andado
No obstante, a veces es necesario mirar atrás para comprender la verdadera magnitud
de lo que hemos alcanzado.
De hecho, a menudo abandonamos nuestros sueños solo porque no somos plenamente
conscientes de las cosas que hemos logrado, de los pequeños pasos que hemos ido
dando
Cuando nos centramos únicamente en los fracasos, perdemos la motivación
y corremos el riesgo de abandonar justo antes de llegar a la meta.
Esto se debe, en parte, a que nuestra sociedad nos ha enseñado a castigarnos
por los errores, pero no a recompensarnos por cada logro
En el ámbito del Crecimiento Personal esta realidad
resulta aún más evidente
Nos planteamos cambios trascendentales pero cuando se produce una
involución, nos desmotivamos y abandonamos, sin darnos cuenta de todo lo
que habíamos logrado
De hecho, muchas personas abandonan la psicoterapia porque no tienen la paciencia
necesaria y no valoran los pequeños cambios.
Por eso, de vez en cuando es necesario hacer inventario de lo que hemos logrado
Puede que estés creciendo emocionalmente sin que te hayas
dado cuenta.
¿Cuáles
son las señales que indican que estás creciendo emocionalmente?
1
Dejas ir las cosas que te dañan
Aprender a dejar ir, centrarse en las cosas que realmente
valen la pena y obviar aquellas que nos dañan o molestan, es una habilidad
clave para tener éxito y, sobre todo, para alcanzar el equilibrio emocional
Sin embargo, también es una habilidad muy difícil de
desarrollar
Por eso, el simple hecho de aprender a reconocer a las
personas tóxicas y saber cómo lidiar con sus comportamientos, sin que generen
culpa o ira, ya es un gran paso.
2
Aprendes de los errores
Nadie es perfecto, nadie puede afirmar que nunca se ha
equivocado
Por eso, despojarse del perfeccionismo y aceptar que los
errores forman parte del camino y que incluso son valiosos, es un signo
inequívoco de que has madurado
Cuando comprendemos las equivocaciones como oportunidades
para crecer, cambia por completo nuestra perspectiva y podemos emprender
proyectos más ambiciosos sin temor a quedarnos a mitad del camino.
3 Dejas
de quejarte
Las quejas suelen ser un agujero negro por el cual se
escapa la energía porque no conducen a soluciones sino que tan solo generan un
malestar aún mayor que nos hace ver el mundo bajo un prisma gris
Sin embargo, las personas más equilibradas y exitosas no
tienen la costumbre de llorar sobre la leche derramada, se ponen inmediatamente
manos a la obra e intentan darle la vuelta al problema
Si estás actuando más y quejándote menos, es porque estás
creciendo emocionalmente.
4
Celebras el éxito de los demás
Aplaudir el éxito de las personas es una señal de
madurez, indica que no les envidias y que comprendes que su éxito no significa
que hayas fracasado
Ser capaces de reconocer el trabajo y el esfuerzo de los
otros, en vez de lanzar críticas denigrantes, no solo contribuye a crear un
buen clima sino que implica un cambio de actitud que te beneficiará.
5
Tus relaciones personales son menos conflictivas
El mundo no es conflictivo, solo hay egos demasiado
grandes que chocan entre sí y dan lugar a conflictos que se podían haber
evitado
Parte de la madurez significa dejar de ver las relaciones
interpersonales como un campo de batalla en el que hay ganadores y vencidos
Cuando tus relaciones son más fluidas, logras trabajar
mejor y te sientes más a gusto, es porque has madurado y has aprendido que es
mejor tener paz que tener razón.
6 No
temes pedir ayuda
Pedir ayuda no significa ser débil
De hecho, es una señal de fortaleza y confianza en sí
mismo
Ninguna persona ha podido crecer y tener éxito aislada,
necesita a los demás
Pedir ayuda significa que has reconocido que no puedes
lograr algunas cosas por ti solo y que eres lo suficientemente humilde como
para reconocerlo y apoyarte en los demás.
7
Has alzado tus estándares
A medida que maduramos, somos más conscientes de lo que
queremos y de lo que no estamos dispuestos a permitir
Una persona madura es segura de sí y establece ciertos
límites que los demás no deben traspasar
Por supuesto, no se trata de límites caprichosos sino de
reglas que te permiten proteger tus derechos como persona y mantener tu
equilibrio psicológico.
8
Has aprendido a abrirte emocionalmente
El amor es arriesgado
Amar significa entregarse y, por consiguiente, exponerse
a que alguien nos dañe
Por eso, muchas personas temen comprometerse y se cierran
cuando alguien se acerca
Sin embargo, cuando maduramos emocionalmente nos damos
cuenta de que la mejor apuesta es abrir nuestro corazón
Es cierto que podemos ser rechazados o salir dañados pero
habremos vivido, atesorado experiencias y conectado emocionalmente con alguien.
9 No
te importa lo que piensen los demás
Es obvio que la opinión de las personas que están a tu
alrededor es importante pero, en cierto punto de la vida, estas deben
convertirse solo en sugerencias, no en lineamientos que determinen tu vida
La madurez llega cuando eres capaz de convivir con los
demás sin dejarte influenciar demasiado por las expectativas que tienen sobre
ti, cuando logras encontrar tu lugar en el mundo, un lugar con el que te
sientes a gusto y puedes realizarte.
10
Aceptas tus limitaciones y trabajas para mejorar
La madurez emocional no implica desarrollar un
positivismo ilusorio
La persona madura es consciente de sus limitaciones, sabe
que hay muchas cosas que no puede cambiar o que están fuera de su alcance
Sin embargo, eso no la deprime
Al contrario, le permite focalizarse en las situaciones
sobre las cuales puede realmente incidir
De esta forma, es capaz de economizar sus fuerzas y
usarlas allí donde realmente puede obtener frutos.
Recuerda que “la vida no se trata de encontrarte a ti
mismo, la vida es crearte a ti mismo”, según el escritor irlandés George
Bernard Shaw
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