Las alteraciones del síndrome metabólico se encuentran
muy influidas del estilo de vida y de los hábitos de alimentación.
Se
denomina síndrome metabólico (también conocido como síndrome X, síndrome
plurimetabólico, síndrome de insulinorresistencia, síndrome de Reaven o CHAOS
en Australia) a la
conjunción de varias enfermedades o factores de riesgo en un mismo individuo
que aumentan su probabilidad de padecer una enfermedad cardiovascular o
diabetes mellitus.
En los Estados Unidos, de acuerdo con las definición de
Síndrome metabólico hecha por la NCEP (siglas del inglés: National Cholesterol
Education Program-Adult Treatment Panel III), alrededor del 25% de la población mayor de 20 años padece
del síndrome metabólico, el punto donde el individuo tiene la
concomitante característica de obesidad central (localizada en el abdomen) y una resistencia a
la insulina.
Respecto de los perfiles de la edad de los candidatos a
padecer de Síndrome Metabólico, éste ha ido bajando de forma dramática. Si antes se hablaba de pacientes
que bordeaban los 50 años, ahora el grupo de riesgo está situado en torno a los
35 años, ello porque desde etapas muy tempranas de la vida, las personas adoptan malos hábitos de alimentación y escaso ejercicio
físico.
Las primeras descripciones de la asociación existente
entre diversas situaciones clínicas como la diabetes mellitus (DM), la
hipertensión arterial (HTA) y la dislipidemia (DLP) datan de la década de los
20 del pasado siglo, aunque el
término "síndrome metabólico" se usaba a finales de los 70 para
designar solo a factores de riesgos asociados con diabetes.
Un hallazgo interesante por Marsella Jean Vague, en 1947
y luego en 1956, demostró
que las personas con obesidad estaban predispuestos a tener en el futuro
diabetes, aterosclerosis, agrandamiento de la tiroides y cálculos urinarios.
La causa del síndrome metabólico se desconoce. Su
fisiopatología es extremadamente compleja y solo ha sido dilucidada una parte
de ella. La mayoría de los pacientes tienen una edad considerablemente mayor, son obesos, sedentarios, y
tienen cierto grado de resistencia a la insulina. La resistencia a la
insulina juega un papel central en la génesis de este síndrome.
Hacer ejercicio y adelgazar son medidas útiles para
mejorar la sensibilidad a la insulina y reducir la presión arterial y los
niveles de colesterol.
El
tratamiento sugerido es principalmente tener un estilo sano de vida, es decir,
la restricción de calorías y la actividad física. Sin embargo, el
tratamiento farmacológico es a menudo necesario.
La
reducción de peso y el incremento de la actividad física conducen a la
reducción efectiva de todos los factores de riesgo cardiovasculares al mejorar
la sensibilidad a la insulina y reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
La reducción de peso, aun moderada (10 % del peso
inicial), conduce a una disminución del LDL-C, mejora todos los factores de
riesgo y disminuye el riesgo vascular global del paciente.
En
general, las enfermedades que comprenden el síndrome metabólico se tratan por
separado.
Deben iniciar con cambios terapéuticos en el estilo de
vida (modificaciones en la dieta y actividad física, consumo
de alcohol, proscripción del hábito de fumar) seguidos por
tratamiento farmacológico, si después de 3 meses no se logran las metas
deseables. El tratamiento farmacológico de la dislipidemia en el SM debe
iniciarse con estatinas y, de ser necesario, combinar con fibratos y derivados
del ácido nicotínico.
Se han propuesto diversas estrategias para prevenir la
aparición del síndrome metabólico. Estos incluyen:
·
El aumento de la actividad
física (como caminar 30 minutos al día),
·
Dieta reducida en calorías.
·
Hay muchos estudios que apoyan que
se debe mantener un estilo de vida saludable.
·
En el 2007, un estudio de 2,375
hombres con más de 20 años sugiere que la ingesta diaria de leche o productos
lácteos equivalentes pueden reducir a la mitad el riesgo de síndrome
metabólico.
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