Claves
para expresarnos con libertad
La
comunicación sana con nosotros mismos y con los demás, es una de las
capacidades más necesarias para desenvolvernos en el mundo, lograr relaciones
satisfactorias y conseguir nuestros propósitos de vida. Expresarnos de manera
auténtica, clara y honesta, calmada y respetuosa con nuestras necesidades y con
las de los demás, mejora nuestra autoestima y nos acerca a nuestros objetivos.
Sin embargo, ¿Quién no se ha tragado el enfado en alguna
ocasión y luego ha terminado explotando y cargándolo con otro? ¿Quién no ha
dejado de decir algo que le hubiera gustado decir, o al contrario ha hablado
más de la cuenta? ¿Quién no ha tenido dificultad en algún momento para poner límites
o expresar sus emociones?
Ya desde pequeños, nuestra educación está basada en la
obediencia y en ajustarse a unas reglas establecidas (ir al colegio, hacer
extraescolares, cumplir con los deberes, etc). Aún no se pone empeño en
enseñarnos pensar por nosotros mismos, a hacer las cosas desde la motivación y
la invitación, a experimentar y a autoconocernos. En consecuencia cedemos o nos rebelamos y luego ya de
adultos reaccionamos ante las demandas de los demás de manera agresiva o al
contrario, continuamos en nuestro patrón de tratar de encajar, callar y ceder,
por miedo al rechazo.
Somos agresivos tratando de defendernos, proteger nuestro
espacio y controlar al otro para no resultar heridos. O somos pasivos queriendo
evitar el conflicto y callando para evitar el rechazo. Los dos son dos polos
opuestos que nacen de nuestra necesidad de protegernos o sentirnos queridos. Son respuestas de supervivencia
que nos distancian de nuestros propósitos y nos convierten en personas
infelices.
Cuando reaccionamos a lo que nos sucede en lugar de
actuar desde la conciencia, somos esclavos de nuestras emociones. A continuación te muestro cuáles
son las tres claves para expresarte con libertad y conectar con tus deseos y
necesidades. Para empezar a ser tú mismo y comunicarte desde la libertad y la
conciencia.
Autoconocimiento
Ten
claro el objetivo de lo que quieres comunicar
Fruto de lo que comentábamos antes, a veces nos sentimos
confusos y con falta de claridad. ¿Qué es lo que realmente necesito? ¿Qué estoy
sintiendo? ¿Qué me pasa? Cuando no somos conscientes de nuestra emociones,
sentimos confusión y esto influye en la comunicación con el otro.
Parar, respirar y dedicarnos tiempo a sentir, es el
primer paso para empezar a tomar conciencia de nuestras necesidades. Porque si
no somos conscientes de qué queremos cuando nos comunicamos, de cuál es nuestro
objetivo, difícilmente conseguiremos nuestros propósitos y nos sentiremos
insatisfechos.
Ejemplo: Llegamos a casa y le decimos a nuestra pareja:
Uf, qué cansado estoy hoy. ¿Qué buscamos ahí? ¿Apoyo, ayuda práctica con la
cena, escucha, un abrazo, consejo?
Responsabilidad
Empieza
siendo honesto contigo mismo
Puede incluso que seamos conscientes del objetivo, de lo
que deseamos, pero no nos sintamos con derecho a pedirlo, que nos avergüence o
que nos genere miedo. O al contrario, que sintamos que el otro nos lo debe. A
menudo usamos estrategias de manipulación para no pedir directamente lo que
deseamos pero condicionar al otro para que lo cumpla. Un ejemplo sería cuando
le decimos a nuestra pareja: A mi madre le hace tanta ilusión que vayamos este
fin de semana ¿no le diremos que no, verdad?. En lugar de expresar claramente:
Cariño, quiero ir a ver a mi madre este fin de semana. Sé que te da pereza pero
me encantaría pedírtelo como favor.
Una de las creencias más típicas y que más daño nos hace
es: Si el otro me conoce y me quiere, ya sabrá lo que necesito. Creer que los
demás nos deben algo es un modo de no responsabilizarnos nosotros de lo que
necesitamos. Imponernos sobre el otro nos da seguridad y sensación de control,
pero esconde el miedo a expresarnos con claridad, transparencia y madurez.
Lo más complicado es relacionarnos con los demás sin
posicionarnos, sin responsabilizar al otro de nuestras limitaciones, sin
compararnos, haciéndolo de manera adulta. La persona asertiva es la que habla
de si misma, se responsabiliza de sus miedos y sus necesidades, sin culpar al
otro.
Acción
Hazte
amigo (no enemigo) de tus emociones
Muy fácil decirlo pero, ¿Cómo lo hago?. Estoy convencida
que esta ha sido tu pregunta ¿cómo hacer todo lo que he mencionado en el punto
anterior?
Lo que nos impide el cambio es quedarnos atrapados en
nuestros miedos, en nuestras emociones y pensamientos limitantes (no podré, qué
dirán, los demás me deben escuchar, es injusto, etc.)
El único modo de gestionarlas, es aprender a convivir con
ellas, a sentirlas y desde ahí tomar conciencia de nuestros deseos. Cometemos a
menudo el error de tratar de controlar o eliminar nuestras emociones o
sensaciones desagradables, pero esta es una batalla perdida dado que forman
parte de nosotros y en esa lucha nos tensamos más y nos agotamos.
Había un coach que conozco que decía “haz algo que te
resulte incómodo cada día”, y yo te digo ponte pequeños retos y vívelo como si fuera
un juego, como cuando eras niño. Acostúmbrate a ese juego y aprende a
relacionarte con tus emociones, miedo, vergüenza, rabia, etc.
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