Dos amigos daban una caminata por un
bosque y, de repente, apareció un gran oso.
Uno de
ellos se subió precipitadamente a un árbol y allí se refugió, sin pensar en su amigo.
El
otro, a punto de ser atrapado, se dejó caer en el suelo y se hizo el muerto.
El oso
le arrimó el hocico y le olfateaba, mientras él contenía la respiración. Dicen
que un oso no toca un cadáver.
Cuando
se marchó, el del árbol le dijo:
Parecía que te hablaba, cuéntame, ¿te
dijo algo?
Claro,
me dijo esto:
No andes en compañía de amigos que no
lo son y te abandonan cuando los necesitas.
Aprende a elegir a tus amigos, cuida la relación y está a su
lado en los tiempos turbulentos.
Ama de tal modo que ellos puedan
decirte: Amigo,
contigo soy más y sin ti soy menos. ¿De verdad tienes a Dios como tu amigo?
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